Cabreado y con razón. Gerard Piqué protagonizó una de las jugadas más absurdas del Osasuna - Barça de este domingo y que provocó el empate del conjunto navarro. El central catalán, que estuvo imperial todo el encuentro a excepción de esa jugada puntual, vio como los tres puntos se escapaban en los últimos compases de partido por un error garrafal.
Una equivocación muy impropia de un central de su talla y que pese a intentó justificarla con ahinco ante el colegiado Martínez Munuera. Entendió que el gesto es natural al protegerse la cara no hubo marcha atrás. Penalti por manos y Robert Torres no perdonó. Un marcador poco favorable, pese a la remontada inicial, y que pone a los azulgranas en aprietos.
Apenas suman cuatro puntos de los nueve disputados y no están ni tan solo en puestos europeos en la clasificación. Un inicio liguero difícil e inesperado que no es definitivo, pero al que habrá que poner fin tras el parón de selecciones.
La reacción
Piqué no daba crédito a la decisión arbitral y con el pitido final estalló. Fue un error evitable, pero que empañó el partido del Barça, especialmente una segunda parte mejorada. Con el rostro contrariado, Piqué entró en el túnel de vestuarios visiblemente molesto por la decisión de Munuera y al llegar al vestuario, según informan medios navarros propinó una fuerte patada contra la puerta en la que dejó marcados los tacos de la bota.
Una reacción del momento que no pasó desapercibida para los presentes y que ha llegado hasta los medios. Asimismo, el central catalán mantuvo su versión de los hechos en zona mixta y no se cansó de repetir que la acción era absolutamente fortuita y que la nueva normativa no castigaba su acción con penalti. Algo que Martínez Munuera no interpretó con idéntico criterio. El resultado final, pese a sus quejas, es un empate en El Sadar y mucho trabajo defensivo por mejorar.