Leo Messi es el mejor jugador del mundo, pero participa en un juego colectivo que requiere de la máxima calidad y concentración de otros diez jugadores en el campo, de otros diez repartidos entre el banquillo y la grada y de un staff técnico que conozca y sepa dar prioridad a las necesidades del equipo.
Su figura es tan determinante que tanto Barça como la selección argentina han generado estilos de juego que benefician a la aparición e influencia del capitán de ambos equipos, pero que en ocasiones, no responde al bien del colectivo. La crisis de la albiceleste se arrastra desde el subcampeonato del mundo de Brasil en 2014, cuando Alemania pasó por encima de Argentina en la final.
Desde entonces, la albiceleste no ha levantado cabeza. Subcampeona de la Copa América en 2015, el Mundial de Rusia tan solo avanzó hasta octavos y ahora tendrá una nueva oportunidad en la Copa América este verano. Dos citas internacionales, con entrenadores distintos, en las que el equipo mantuvo casi los mismos jugadores, sin un estilo de juego claro y definido.
Las similitudes
Dos varapalos enormes para Leo Messi por los que todavía no ha podido conquistar ningún título al máximo nivel como argentino y que desde su país natal culpabilizan en su figura. A ese miedo a dar paso a una transición de grandes estrellas que ya no están al nivel de antaño, pero que el capitán considera que son fundamentales para el bien del grupo.
Una foto de Messi atónito durante el Liverpool - Barça / EFE
Leo no decide quien juega o a quien se convoca, pero su opinión se tiene en cuenta, le pese a quien le pese. Una situación algo similar a lo que ocurre en el Barça que, tras la debacle de Anfield, sumada a la de Roma, Turín o París, invita a replantear el futuro del Barça. Esos compañeros que se han convertido en amigos del capitán y que pese a un bajo rendimiento son casi intocables. De los pocos que se salvan está Gerard Piqué, pero figuras como Luis Suárez, Sergio Busquets, Ivan Rakitic o Jordi Alba dejaron entrever flaquezas insospechables en Anfield.
Su rendimiento menguó ante el poderío físico del equipo británico y ante el planteamiento de Klopp que, sin duda, bailó a Valverde. Messi debe asumir que por su bien, hay que hacer una limpieza. La misma que se está dando paulatinamente en la selección donde este verano volverá a ser el líder. Una transformación obligatoria para que como capitán pueda levantar los títulos que dispute pese a que en el camino tenga que dejar a compañeros y amigos.
Messi no es consciente que el dolor de una despedida puede darle la felicidad de un título. No será fácil convencerle, pero es necesario si quiere pasar a la historia, por palmarés y no por juego, como lo que es: el mejor jugador de la historia. Hay doble trabajo en Can Barça.