Todos los focos le miraban a él. Como mejor jugador del mundo, capitán y héroe de la ida ante el Liverpool. Pero Leo Messi no es un superhéroe, aunque a veces lo parezca, y tuvo que tocar el suelo con los pies tras el pitido final de Anfield. Bajó del Olimpo de los Dioses del fútbol para tocar toparse con la realidad del resto de humanos y sentir como ellos el dolor de una eliminación que reabre una herida muy reciente. La de Roma, y ahora la de Anfield. 

La cuarta gran decepción de su carrera por la que no pudo hacer nada. El argentino fue de los primeros en abandonar el terreno de juego, visiblemente afectado, y no pudo contener las lágrimas en un vestuario que era un funeral. Absoluto silencio en un equipo sobrepasado mientras las paredes retumbaban con la celebración de la hinchada red y los festejos. 

Leo volvió a llorar, como lo hizo en el Mundial de 2014, en la final de la Copa América o en los cuartos ante la Roma. Fue la imagen del líder que asume su culpa y que no da crédito a lo ocurrido tras un K.O inesperado pero merecido. El más dolido de todos. Por su ambición, su liderazgo y la falta a su promesa de principio de temporada

Frustrado

El capitán no articuló palabra. Se sentó, lloro desconsolado, se duchó y se fue de los últimos. Incapaz de salir de ese estadio, como si se tratara de una pesadilla. Sergio Busquets y Luis Suárez dieron la cara ante los medios, pero el capitán se alejó de los focos consciente del aluvión de críticas que se avecinaba. 

Evitó el dolor gratuito y las explicaciones injustificadas que ni tan solo él tenía para sí mismo. Pasó el control antidopaje, pasó por zona mixta con las manos en los bolsillos, en su mundo sin saber que en el aeropuerto le esperaban algunos para recriminarle su actuación y otros para darle las gracias por tanto en un deporte colectivo en el que no siempre puede salir al rescate. 

Una foto de Leo Messi atónito durante el Liverpool - Barça / EFE

Una foto de Leo Messi atónito durante el Liverpool - Barça / EFE

Messi revivió los fantasmas del barcelonismo en primera persona. Mismo rostro, misma situación, peor sensación que la del año pasado. Un capitán abatido que no pudo poner a flote la nave. Ahora solo le queda la Copa.