Eliminados. Ridículo histórico. Sin alma. Miles de adjetivos que no califican lo que Anfield presenció este martes y que acabó con las aspiraciones del Barça por conquistar la Champions League. El Liverpool remontó (4-0) con pegada, pasión y juego ante un Barça que volvió a ser el de Roma y que cierra una temporada que se prometía histórica y que es un auténtico pufo.
Cuatro goles, tres fueron regalos, y un Liverpool entregado a su sueño de volver a una final para ganarla como vigente subcampeón. Una vergüenza espantosa que será recordada todavía más de lo que fue Roma.
Superados desde el minuto uno
Un auténtico infierno. Eso se esperaba y eso fue Anfield. El Camp Nou es un templo, diga lo que diga Klopp, pero Anfield es una olla a presión llena de historia que sí es el jugador número 12 al que no le faltó el aliento para llevar en volandas a su equipo, conscientes de que el resultado del Camp Nou no fue justo y que tenían una oportunidad única ante el favorito al título.
No se hizo esperar, y tras cantar el You'll never walk alone a capella, empezó el asedio. El pitido inicial dio paso a un vendaval constante que puso en jaque a un Barça desconectado --como casi siempre en los inicios de partido-- pero que sí vio penalizada su desconexión. Con un once repleto de suplentes, Mané avisó en dos ocasiones y en el minuto 7, Origi --salvador ante el Newcastle el pasado sábado-- advirtió de lo que se venía. Marcó el 1-0 tras un regalo de Alba que, contrario a Piqué --que no quiso complicaciones en ningún momento-- puso el esférico en los pies de Henderson, que erró, pero aprovechó su compañero.
El gol dio vida al Liverpool que continuó con el guión establecido. El mismo del Camp Nou, pero con mayor fortuna que en feudo azulgrana. El Barça necesitaba calma y posesión y el capitán red se encargó de ello. Recibió un golpe de Lenglet que detuvo el encuentro y rompió el ritmo trepidante de los ingleses. Los azulgranas encontraron la posesión y empezaron a dominar el encuentro, pero sin infringir ningún tipo de peligro en el área de Alisson.
Messi probó en varias ocasiones, pero sin fortuna. Disparos conocidos, pero poco acertados que rozaron los palos ante la estirada del guardameta brasileño. Jordi Alba tuvo otra clara en los últimos instantes del añadido, pero no era el día del lateral que eligió un mal día para estar impreciso en la definición y en los pases.
¡Qué drama!
Se reaunudó el encuentro y llegó el jarro de agua fría. Los hombres de Ernesto Valverde sabían que un gol lo cambiaba todo, pero el Liverpool también. Y llegó. Klopp recurrió a Wijnaldum, que entró por Robertson --tras lesionarse del tobillo-- y tan solo necesito 15 minutos para girar el partido. El Barça avisó, Mané también, y apareció el neerlandés.
Otro regalo del Barça. Mal pase de Rakitic, que no cortó con fuerza Alba, centró y golazo del centrocampista para mantener vivo el sueño europeo en el 54. Valverde no daba crédito desde la línea de cal, pero ni Messi, ni Suárez aparecieron en ataque --por no hablar de Coutinho que ni en el regreso a la que fue su casa mostró síntomas de mejora-- y la falta de intensidad y ritmo revivió los fantasmas de Roma. Si todo el mundo hablaba de la final, el Liverpool llegó para hacer dudar de ello. Con el 2-0, Wijnaldum volvió a aparecer de cabeza, ante la pasividad de Piqué y Lenglet, para igualar la eliminatoria en el 56. Un 3-0 merecido que ni así activó a los azulgranas.
Vuelta a empezar
Los reds igualaron la eliminatoria. Un jarro de agua fría impensable para el barcelonismo, pero que reflejó la realidad. El Barça no fue merecedor de la victoria en el Camp Nou y pensó que jugando a lo mismo se pasearía en Anfield ante un equipo que tiene los automatismos perfectamente interiorizados, juega a una velocidad de vértigo y va al choque como si no hubiera mañana.
Wijnaldum celebra su gol ante el Barça / EFE
Las mismas caras que en Roma. Estupor e incredulidad pero sin reacción. Y si faltó ritmo y precisión, llegó lo que faltaba para cerrar la noche. Ausencia total de concentración que dio el cuarto al Liverpool. Un gol de infantiles. Distracción, córner a favor de los ingleses, con Origi solo que remató a placer para poner el cuarto en el marcador en el 79.
Ni la entrada de Arthur, para mantener la posesión, ni de Semedo para dar velocidad, ni tan solo el deseo y la ambición de llegar al Wanda Metropolitano, empujó a un equipo que podía conseguir el triplete y que se le escapaba con los segundos, tal y como pasó en Roma. Vergonzoso. El Liverpool dio la vuelta al marcador, sin Salah y sin Firmino, en una vuelta que todos daban por placentera, y que acabó siendo un infierno.
Ridículo histórico
Messi erró en el 10 un gol claro por recortar, pero con el 4-0 todo era cuesta arriba. Había miedo y todo el mundo se acordó del falló de Dembelé en el Camp Nou. Remontada histórica que esta vez no protagonizó el Barça. Tampoco apareció el espíritu del 'Iniestazo' en su décimo aniversario.
Una foto de Gerard Piqué y Sergio Busquets atónitos ante la remontada del Liverpool / EFE
De hecho, no apareció nadie. Ni las estrellas, ni los recién llegados, ni los cambios de Valverde --otra vez tarde-- ni los más de 2.700 azulgranas desplazados a Anfield que atónitos presenciaron la segunda parte de Roma, ahora en versión inglesa. Otro año más sin la orejona, con el mejor jugador del mundo en plantilla, y vuelta a empezar. Ni con la liga sentenciada, ni con rotaciones, ni con un once de gala pudo cumplir el sueño de ser finalista.
El consuelo, si puede haber alguno, es que al menos no llegamos a la final contra el Liverpool. Seguramente, hubiera dolido más semejante baño.