Leo Messi lo volvió a hacer. Nunca se cansa de sorprender. No puede parar de decidir partidos. No hay nadie, ni lo hubo, ni lo habrá, como él.
Este sábado en el Camp Nou tuvo que ser el astro argentino el encargado de poner el broche dorado a una Liga más que merecida, que desde hace muchas semanas no dejaba lugar a la sorpresa. El nombre del FC Barcelona estaba grabado en la copa.
Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Fútbol, entregó el trofeo a Leo Messi ante un Camp Nou enloquecido, llevado en volandas por una grada d'animació ante la que hay que quitarse el sombrero.
Su energía y buenos himnos, como el ya emblemático "un día de partit", fueron una inyección más para los jugadores, que no dudaron en ir a celebrar el título al Gol Nord con ellos, todos presa de una euforia más que justificada.
El elegido decide
Pero la realidad es que todo ello fue posible gracias a él. Le llaman D10s, el mesías o el elegido, porque nunca un futbolista fue tan importante a la hora de cambiar la historia de un club. Se dice que las individualidades nunca están por encima del colectivo y que el club siempre está por encima de los jugadores, pero en el Barça, cuando se habla de Messi, es más que discutible.
Leo saltó al terreno de juego en el minuto 45, cuando arrancaba el segundo tiempo, y desde el primer momento demostró esas ganas de ganar la Liga que ya venía mostrando de puertas para adentro en el vestuario, arengando a sus compañeros para mentalizarlos de la importancia de ganar el título. Como siempre, Messi predicó con el ejemplo.
Y se paró el tiempo
Corrió, peleó, probó, gambeteó y obtuvo la recompensa del gol en el '62. Una buena acción de Dembelé que se desvió, fue recuperada heroicamente por el siempre guerrero Arturo Vidal y cuando llegó a pies de Messi se paró el tiempo.
La acción recordó por un momento al magnífico gol de Iniesta con la selección española para ganar el Mundial en Sudáfrica. Salvando distancias y diferencias obvias en la juagada, Messi detuvo el tiempo cuando recibió el pase de Vidal, fintó con su cuerpo el disparo y dos defensores pasaron completamente de largo. Acto seguido, en un latigazo imparable, Leo soltó su zurda para batir al palo largo de Aitor.
Messi decidió el momento de la ejecucición, la forma y, obviamente, el lugar, que ya estaba más que decidido desde hacía días. Leo sabía que este era el momento de ganar la Liga y no iba a perdonarla. Ahora ya solo queda pensar en el temible Liverpool.
Es un día especial para los culés, conscientes de que con Messi vivimos la mejor etapa de la historia del Barça.