La gestión del banquillo del Barça era una de las asignaturas pendientes de Ernesto Valverde. Con un primer año marcado por la salida de Neymar Jr., la llegada de Dembelé y su posterior lesión, al técnico azulgrana le faltó fondo de armario. Muchos suplentes fijos y pocas oportunidades que, en gran parte, condenaron a los azulgranas a hacer sobreesfuerzos que pasaron factura en la Champions League. 

Aprendida la lección, el Txingurri exigió un banquillo de garantías para afrontar una temporada en la que, de momento, todavía se aspira al triplete. Los títulos marcarán la nota final de su gestión deportiva, pero sin duda Valverde ha aprobado en cuanto a gestión humana. 

Con un once inicial --de gala o no-- muy definido, el Barça puede alardear, por fin, de tener un banquillo igual de motivado que los titulares habituales. Una situación que ha permitido al entrenador dar paso a las rotaciones sin que el equipo se resintiera en exceso --a excepción de la Copa del Rey contra el Levante y el Sevilla con dos derrotas-- y por el que ha podido dar descanso a los pesos pesados. 

Enchufados

La Champions ha sido la competición que ha marcado quienes son los titulares de un Barça intratable en Europa hasta ahora. Pero las exigencias de los rivales en cada partido también han permitido al Txingurri mostrar una faceta más estratégica que la temporada pasada. Ha dado paso a que jugadores con menos protagonismo de inicio asuman galones para cerrar los partidos. Valora también con especial importancia quienes terminan los partidos en una lista que complementa al equipo A. 

Se trata de jugadores como Arturo Vidal --siempre disponible--, Semedo --que intercalado suplencias con titularidades-- Carles Aleñá, Cillessen --solo en Copa-- o incluso Dembelé y Coutinho. Ambos se han intercambiado roles por las lesiones y mantienen su lucha personal por ser el acompañante de Messi y Suárez en el tridente de ataque. 

Ernesto Valverde habla con Ousmane Dembelé en un encuentro del FC Barcelona / EFE

Ernesto Valverde habla con Ousmane Dembelé en un encuentro del FC Barcelona / EFE

Los cambios son casi los mismos, y rondan el mismo minuto cada partido, como un reloj suizo, pero la estrategia ha surtido efecto. Todos están preparados para ejercer sus funciones en cada encuentro. Una misión difícil de cumplir en la mayoría de vestuarios de los grandes equipos donde hay un once definido. 

Un banquillo de garantías

Valverde ha logrado en ocho meses que seis y siete jugadores de banquillo fijo se sientan tan importantes como los titulares. Sin contar a Malcom y Umtiti por su poco protagonismo, incluso brasileño y francés han rendido con mayor o menor acierto en sus apariciones.

Una gestión inédita en el Barça desde hace años y que era una tónica habitual en el Camp Nou. Una manía de la que incluso Valverde fue víctima la pasada temporada y a la que ha puesto fin meses después. El banquillo responde. Un garantía para el tramo final.