El FC Barcelona intentará olvidar todas sus pesadillas en el Teatro de los Sueños. El conjunto azulgrana llegará a Old Trafford con el penalti no pitado de 2016, el baño de la Juventus en 2017 y el gol de Manolas en 2018 aún en la memoria. Hace cuatro años que el FC Barcelona no pasa de cuartos de final.
El Atlético, por partida doble
La primera de las tres eliminaciones llegó contra el siempre correoso Atlético de Madrid del 'Cholo' Simeone. Fue el FC Barcelona el que dio el primer golpe. En el Camp Nou, expulsión de Torres mediante, los dos tantos de Luis Suárez sirvieron para remontar el gol inicial del 'Niño'.
El Vicente Calderón vio nacer la maldición. Los colchoneros salieron al ataque. No es algo que acostumbren a hacer, pero cuando lo hacen se les da tan bien como defender. La presión era muy alta y un mal rechace de Jordi Alba dejó el balón franco a Saúl, que la puso medida para que Griezmann rematara a placer (38').
Los futbolistas del Atlético de Madrid celebran uno de los tantos que lograron ante el FC Barcelona / EFE
Simeone puso el cerrojo, el Barça tocó sin ningún tipo de transcendencia y Griezmann, de penalti, anotó el segundo en el 88'. El club catalán necesitaba un gol y a punto estuvo de lograrlo desde los once metros. Hubiera tenido la posibilidad de hacerlo si Rizzoli hubiera visto la mano de Gabi dentro del área. En lugar de ello, pitó falta y el Barça se despidió de la Champions League en el mismo estadio que ya lo había echado dos años antes.
El baño de la Juve
Un año después, en Turín, el golpe fue mucho más duro. El conjunto azulgrana se había convertido en uno de los máximos favoritos tras el 6-1 que le endosó al París Saint-Germain. Se había remontado un 4-0 contra uno de los equipos más poderosos del planeta, así que ese equipo podía con todo.
Menos con Dybala. El argentino destrozó al conjunto azulgrana en apenas 25 minutos. Abrió el marcador en el 7' y puso tierra de por medio en el 22'. Diez minutos después de la reanudación Chiellini ponía el 3-0 definitivo en el marcador.
Dybala celebra uno de los goles que anotó ante el FC Barcelona / EFE
La relativa esperanza por la remontada que había entre la afición azulgrana se fue diluyendo a medida que fue avanzando el encuentro de vuelta. La Juventus se dedicó a hacer lo que han hecho los italianos toda la vida: defender. Y le dio sus frutos, pues el FC Barcelona no logró penetrar la portería de Buffon ni una sola vez en 180 minutos.
Oportunidad desperdiciada
Pero nada dolió tanto como lo que sucedió en el Olímpico el 10 de abril del año pasado. El FC Barcelona llegó en una situación envidiable. La victoria del Camp Nou no fue brillante (dos goles en propia puerta de los italianos) pero el marcador era inmejorable: 4-1. A eso hay que sumar la entidad del rival que había enfrente. No es que la Roma no fuera un gran equipo, pero quizás era el peor de los ocho restantes. Por una vez, el azar había sonreído al Barça.
Pero el club azulgrana desaprovechó el regalo. Los primeros 45 minutos pusieron a los culés en alerta. Dzeko abrió el marcador muy pronto (6'). Los italianos fueron netamente superiores, pero no supieron aprovechar las oportunidades. Al descanso, 1-0. "¿Ahora reaccionaremos no", "Va, la segunda parte será diferente", "Dos goles no nos meterán" eran algunas de las frases que se repetían en los pensamientos de los culés. Algunos lo tenían claro. Otros, los más sufridores, se intentaban autoconvencer.
De Rossi y Manolas celebran el triunfo frente al FC Barcelona / EFE
La segunda mitad dio la razón a los segundos. El miedo fue real a partir del 58', después de que De Rossi transformara el penalti que Piqué cometió sobre Dzeko. Los seguidores azulgranas se quedaron fríos. No más que Valverde, que no introdujo ningún cambio hasta el 81'.
Un minuto después, Manolas. El central griego, que se había metido un gol en su propia portería en el encuentro de ida, dio la vuelta a la eliminatoria con un certero testarazo. Ese tanto y su posterior celebración aún retumban en la memoria del aficionado culé, que sigue sin creerse lo que pasó ese fatídico 10 de abril.
Solo el miedo escénico parece poder parar a un equipo que ya tiene la Liga en el bolsillo y la Copa a un partido. La situación invita al optimismo, como lo hacía también el año pasado. El título doméstico estaba encarrilado y para levantar el trofeo copero solo hacía falta vencer al Sevilla. Y luego llegó Roma.