Luis Suárez fue el héroe, al menos de cara a portería, del Barça ante el Real Madrid en la vuelta de las semifinales de la Copa del Rey. Tuvo poca participación en ataque, pero la que tuvo fue suficiente para certificar el pase a la final del Benito Villamarín. Esa final tan cuestionada en el barcelonismo, dada la prioridad de la Liga y la Champions, pero que los de Ernesto Valverde consiguieron para acallar a los críticos.
Y entre tanta crítica aterrizó el uruguayo en el Bernabéu. Mermado de cara al gol, pese a su tanto in extremis frente al Sevilla, silenció al Bernabéu con dos tantos y otro de Varane que de no haber sido en propia puerta hubiera sido suyo. Dos goles de killer y un penalti de técnica, algo que suele brillar por su ausencia en el charrúa.
Messi le cedió el tiro. El 9 azulgrana se coció solito el penalti y el capitán consideró oportuno darle la oportunidad a su amigo y compañero. Y no le decepcionó. Ante la atenta mirada de Sergio Ramos, Suárez ejecutó con frialdad la pena máxima a lo panenka para humillar a un Madrid de capa caída que pese a ser superior en algunas facetas del juego, no supo transformar las ocasiones.
Suárez le dio de su propia medicina al capitán blanco. Panenka y semifinal sentenciada. Ahora solo falta ganar el sábado y levantar la Copa el 25 de mayo.