Era el primer examen de la semana para certificar la candidatura a todos los títulos y el Barça no falló. O bien, no acertó el Real Madrid. Los azulgranas superaron a los blancos en su estadio (0-3), no sin sufrimiento, con dos tantos de Luis Suárez y un gol en propia meta que silenciaron a una hinchada que no dejó de creer hasta el segundo tanto del uruguayo.
Y es que a veces, como le ocurre casi siempre al Madrid, sin jugar bien también se gana. Los blancos propusieron un juego intenso y de carácter, pero el Barça supo contener las acometidas blancas y salir vivo para en la segunda parte, doblegar al eterno rival con un fútbol directo y un penalti a lo panenka del uruguayo.
La fortuna del vigente campeón
Con una final en juego ante el eterno rival y en casa, los blancos cumplieron con el pronóstico esperado. Mantuvieron el planteamiento ejecutado en el Camp Nou: presión alta para evitar una salida de balón fácil por parte del conjunto de Ernesto Valverde. Esa misma presión que les dio el primer tanto en tierras catalanas, pero que este miércoles, por fortuna para el barcelonismo, no tuvo premio similar.
Con el Madrid volcado en campo contrario, el Barça se vio en apuros para encontrar al tercer hombre. Rakitic y Busquets se ofrecieron para dar salida al balón, pero los de Valverde no pisaron área madridista hasta el minuto diez de partido. Con Dembelé escorado a la izquierda llegó el mayor peligro azulgrana, pero mientras el Barça sufría para llegar y generar ocasiones claras que acabaran poniendo en apuros a Keylor Navas, los de Santiago Solari –con muy poco y siempre con las botas de Vinicius como protagonistas–, generaron tres ocasiones que levantaron al Bernabéu. De nuevo el brasileño fue determinante, pero estuvo falto de acierto de cara a portería.
Ter Stegen se erigió de nuevo como el salvador de la noche. Dos paradas a bocajarro, del brasileño y Benzema en la primera parte, que salvaron los muebles para un equipo que visitó un estadio en el que solía pasearse, para empezar a sudar. Tan solo en una ocasión, Messi puso a prueba la efectividad de la defensa blanca. Tres paredes desde la medular que pusieron el miedo en el cuerpo.
Una foto de Ter Stegen salvando el tanto de Vinicius Jr. durante el clásico en el Santiago Bernabéu / EFE
El Madrid cedió las bandas a los azulgranas y junto líneas para provocar el error en el medio. Surtió efecto y hubo muy poca participación entre líneas, pero la balanza no se decantó.
Golpe de efecto
Y cuando más sufría el Barça, llegó el gol de la esperanza para silenciar a un Bernabéu que viendo como había sufrido el equipo del Txingurri creyó hasta el final. Salieron a morder y a mantener a la afición viva, pero en la primera jugada de ataque azulgrana de la segunda parte, Luis Suárez volvió a tocar el cielo en un estadio en el que siempre se gusta.
Si estuvo desacertado toda la primera parte y con muy poca participación, el pase de Dembeléle fue suficiente para batir a Keylor Navas por el palo tras cinco minutos de juego.
Un golpe en el marcador que no afectó a la moral del Madrid que continuó pensando en la final del Benito Villamarín y viendo el sufrimiento azulgrana en el verde. El Barça, muy contrario al guión habitual, no durmió el partido con la eliminatoria a favor para buscar calma y posesiones largas y la falta de acierto en los pases finales dio vida a los hombres de Solari que se volcaron en ataque para forzar la prórroga. El guardameta alemán volvió a salvar los muebles ante un cabezazo de Reguilón que ya se cantaba por toda la capital.
Más efectivos en las áreas
Pero de nuevo, una transición condenó al Madrid. Dembelé sumó su segunda asistencia de la noche para Luis Suárez que forzó a al suelo a Varane y acabó mandando el esférico a la red de su portería. Y sin tiempo para reaccionar y ante la insistencia de los pesos pesados de bajar los brazos, Suárez sentenció el partido.
Una foto de Luis Suárez celebrando su tercer gol ante el Real Madrid / EFE
Casemiro le pisó dentro del área y forzó un penalti claro. Messi le cedió el teórico hat-trick al charrúa y ante la atenta mirada del capitán blanco y del mundo entero, se decidió por ejecutarlo a lo panenka. Provocador para algunos y desvergonzado para otros. El 9 azulgrana volvió a crecer y destacar cuando más se le necesitaba y no se escondió. Finiquitó su mala racha y volvió a ser El Pistolero que llegó al Camp Nou en 2014.
Sufriendo más de lo habitual, el Barça demostró que es un equipo hecho para ganar. Con el mejor juego y también con aquel más dubitativo. Sin un Messi estelar, Dembelé y Suárez lideraron la ofensiva azulgrana para hundir al Madrid en la competición del K.O. De hecho, los blancos no ganan un partido como locales ante el Barça en Copa desde 1970.
Los blancos buscarán revancha el sábado, mientras el Barça espera conocer su rival de la final del 25 de mayo y sentenciar la Liga en apenas tres días. La hegemonía en la Copa es total. No será fácil, pero Messi y compañía quieren la quinta Copa consecutiva.