El Barça naufragó en un partido crucial para el devenir de la Liga. El Real Madrid venció al Atlético en el derbi madrileño, se metió en la Liga de nuevo y los azulgranas no pusieron tierra de por medio ante un rival muy necesitado de puntos. El liderato se mantiene, pero con distintos perseguidores, a seis puntos y una sensación de fragilidad defensiva y inocencia ofensiva preocupante.
Los resultados son claros: tres empates en los últimos tres partidos. Valverde volvió a apostar por lo seguro. El once de gala que cada vez tiene menos de gala, y más de estatismo. Leo Messi, que no estaba al 100% minutos antes del choque según Aspiazu, el segundo del extremeño, forzó y jugó. Estuvo a su nivel, siempre el mejor, pero acusó la falta de creatividad en la medular. El punto de debate de las últimas semanas, quedó en evidencia.
La lesión de Arthur obligó al Txingurri al recurrir a Arturo Vidal y qué partido. Desconcertante por parte del chileno, que no solo no generó para su equipo, sino que dio vida y ocasiones a los leones con sus pérdidas de balón en el medio del campo.
Coutinho, entre algodones
No se entiende por su nivel deportivo, pero Valverde quiere mimarle psicológicamente. El brasileño volvió a ser titular, pese al retorno de Dembelé, recién recuperado, y mantuvo el pésimo nivel que mostró frente al Real Madrid en Copa: totalmente desaparecido. Si en el Camp Nou Malcom se erigió como el líder de la línea ofensiva, de poco le sirvió al carioca.
Philippe Coutinho jugando con el Barça en San Mamés / EFE
Valverde mantuvo su apuesta por el 7 azulgrana pese al buen encuentro del extremo la semana anterior. Primer error. Coutinho no pasa por su mejor momento y si no responde tras varias titularidades habrá que pasar al plan B. Darle banquillo para que recupere su juego y la confianza como revulsivo.
Messi, en riesgo
El argentino abandonó en infinitas ocasiones la zona de ataque, como es habitual, para asociarse en el centro del campo, especialmente cuando se dio cuenta las carencias que tenía su equipo con Vidal intentando organizar el juego con Rakitic y Busquets. Las declaraciones de Aspiazu antes del pitido inicial pusieron el foco en el argentino.
Mantuvo su nivel habitual, pero no estaba al 100%. Es cierto que esta semana no hay partido, pero se arriesgó con el capitán en vano. Un punto y sufriendo.
Los cambios
Si algo caracteriza a Valverde son las sustituciones. En concreto, el tiempo que tarda en hacerlas. Medita al detalle los cambios tácticos que necesita su equipo, pero en ocasiones tarda demasiado tiempo. Este domingo volvió a ocurrir lo mismo. Vidal debió quedarse en el vestuario a la media parte y Dembelé entró con poco margen de tiempo.
El caso del francés se entiende. Recién recuperado de su esguince de tobillo, no quiso arriesgar con el extremo, pero lo de Vidal fue de juzgado de guardia. Aleñá dio en media hora mucho más juego que el chileno. El canterano, visto lo visto, debió ser titular. Que Malcom no jugará ni un solo minuto y Vermaelen diera descanso a Lenglet a falta de tres para el final tampoco tiene una explicación.
Rakitic, en el punto de mira
Su compromiso con el equipo es irrefutable, pero su rendimiento es muy irregular. La medular funciona cuando están sus dueños. Busquets, Rakitic y Arthur. La baja de alguno de ellos condena el juego del equipo y la mayoría de ocasiones deja vendido al croata. Frente a los vascos, que fueron muy duros en el juego, sufrió más de la cuenta.
Rakitic y Lenglet persiguiendo a Williams del Athletic Club / EFE
Ivan pide a gritos, cada vez más, descanso, así como su compañero de batallas Sergio Busquets. La medular no tuvo continuidad y así se reflejó en el juego azulgrana. Además, de nuevo la primera parte condenó al equipo. Jugaron muy por debajo de su nivel y evidenciaron una falta de concentración que empieza a ser preocupante.
El Madrid penalizó solo con un gol esa falta de intensidad y los leones fueron más dóciles. No consiguieron convertir sus ocasiones –gracias a Ter Stegen– y el Barça salió vivo de la catedral del fútbol. Valverde debe priorizar el juego a los nombres y escuchar a los jugadores y a su juego. El once de gala es cada vez de menos gala si se rige por los nombres encima de los dorsales, y no el rendimiento.