El primer clásico copero regaló al mundo del fútbol uno de los duelos más igualados de los últimos años. Un partido de alta exigencia, marcado por la ausencia de Leo Messi en el once titular y un Madrid regenerado en las últimas semanas.
No exento de polémica, aunque menos de la habitual, el encuentro acabó con un empate a uno y una vuelta que decidirá quien será el finalista del 25 de mayo en el Benito Villamarín. El Barça dominó y el Madrid esperó contragolpear, pero con el pitido final se acabó el intercambio de golpes.
Actitud ejemplar
Atrás quedan aquellos años de trifulcas, tangas finales y agresiones --muchas de ellas impunes-- que se vivieron en el Camp Nou. La relación entre los jugadores del Barça y Madrid ha vuelto a su cauce y no se recuerdan años de tanta amistad. La selección española tiene parte de responsabilidad de ello, así como la voluntad de los jugadores de poner a una etapa muy tensa entre eternos rivales a nivel de clubes.
Y para esa tarea, Sergio Busquets y Sergio Ramos fueron los encargados de enseñar al mundo los límites del juego. Ambos capitanes abrazaron a todos sus compañeros al finalizar el encuentro y también a los rivales, especialmente el andaluz. El de Camas conversó con sus compañeros en la Roja; Jordi Alba, Busquets y Piqué especialmente.
Algo que también realizó Busquets antes y después del partido. En el túnel de vestuarios, el segundo capitán del Barça, saludó a todos los componentes del Madrid, titulares y suplentes, desde Ramos a Asensio, pasando por Carvajal o Lucas Vázquez. Una imagen que se repitió al final del encuentro cuando Busquets, Lucas y Piqué estuvieron hablando juntos sobre sus hijos en una escena de muy amistosa.
Messi, que recogió el brazalete cuando entró al campo, también aportó su granito de arena. Ese que nunca falla además de su calidad futbolística. Se despidió de Ramos, quien estuvo especialmente atento al argentino, y del resto de jugadores madridistas. Las rencillas del encuentro quedaron donde debe ser, en el verde.