Como él hay muy pocos, o casi ninguno. Luis Suárez es un delantero de innegable calidad, especialmente en el área. Un killer de pura raza que atormenta a toda defensa con la que toca enfrentarse. Su historial es más que conocido ante sus rivales, pero con el paso de los años en el Barça, el charrúa también ha dejado ver otras facetas de su temperamento.
En el primer clásico copero, el 9 azulgrana estuvo muy lejos de su mejor versión. Si en octubre se echó al equipo a la espalda ante la ausencia de Messi, el miércoles estuvo más impreciso de lo habitual. Se ofreció y lo intentó, pero sin fortuna. Algo que frustró al jugador y que paulatinamente acabó reflejándose en su actitud y carácter.
Temperamental como siempre, de las quejas y disputas contra los rivales y Mateu Lahoz, acabó también reprochando algunas acciones a sus compañeros. Una tónica habitual dada las revoluciones a las que juega el uruguayo y que Dembelé conoce muy bien.
Insistente
Durante gran parte de la temporada, hasta que ha alcanzado su mejor nivel y se ha impuesto, Dembelé fue víctima de los desmanes de Suárez. Reproche aquí por no ver el desmarque, gesto allá por no pasarla al pie y aspaviento allí por finalizar. Una actitud que ha ido en descenso con el paso de las semanas y la mejora del francés.
Con el 11 en la grada y Messi en el banquillo, y consciente de la importancia del choque, Suárez quiso lo mejor de sus compañeros y de él mismo. Se lamentó en varias ocasiones sus errores y también replicó ante las malas decisiones de sus compañeros.
Empezó por los madridistas
Con el gol del Madrid empezó todo. El equipo salió despistado y lo pagó caro. Con el marcador a cero, Suárez se desesperó con Keylor Navas quien perdió el tiempo constantemente para reiniciar el juego desde su portería. Una situación que reclamó el delantero constantemente, pero que Lahoz no quiso sancionar. Como tampoco podía ser de otra forma, Ramos y Suárez protagonizaron el duelo individual habitual. Empezó esquivando un amago de beso de Sergio Ramos cuando los jugadores se saludaron antes del partido, y desde entonces rienda suelta a la imaginación. Choques continuos, desmarques que obligaron al camero a perseguir al uruguayo. El capitán blanco llegó incluso a evitar el gol del uruguayo.
Una foto de Luis Suárez durante el clásico frente a Carvajal / EFE
También hay mal genio para los de la casa y el árbitro
Como también es frecuente, Suárez acabó sancionado. Tarjeta amarilla por un feo gesto hacia Mateu Lahoz. Se tocó el rostro insinuando "mucho morro" y el colegiado no le perdonó el gesto. Y no es para menos. Sus reproches siempre son al borde del límite, pero tan pronto ve la amonestación baja revoluciones ante la autoridad del verde.
Unas revoluciones que mantiene y mantuvo ante sus compañeros. Con la puntería desafinada y el acierto en el pase también –pese a la gran asistencia que dio a Malcom pero que el brasileño erró en el uno contra uno frente a Keylor Navas– Suárez tuvo para todos. Coutinho, muy desenchufado todo el partido, fue de los primeros en recibir instrucciones para ejercer correctamente la presión en la salida de balón. Malcom por no desmarcarse, así como en sus entregas finales, algo que también vivió Semedo. Incluso Aleñá, que jugó 20 minutos, recibió de su medicina por no pasársela en una acción de peligro.
El carácter del uruguayo forma parte de su juego, pero en ocasiones, se excede.