Ernesto Valverde se ha ganado, a pulso y con trabajo, el respeto y apoyo incondicional del vestuario del Barça. Desde su llegada al banquillo del Camp Nou, en julio de 2017, el técnico extremeño ha sido eternamente cuestionado y la presión mediática y deportiva a la que ha sido expuesto empieza a pasar factura. 

Con los interrogantes sobre su continuidad como entrenador azulgrana más abiertos que nunca, Valverde mantiene el apoyo incondicional del vestuario intacto, especialmente de los pesos pesados de un vestuario que ha visto técnicos de todos los colores y métodos y que se ha acoplado, y viceversa, a la perfección a la metodología y disciplina del Txingurri. 

Con una primera temporada difícil, tras la marcha de Neymar y la llegada de Dembelé como recambio del brasileño, la lesión del francés obligó a Valverde a cambiar un dibujo que en el seno del barcelonismo se concibe como innegociable. El 4-3-3 pasó a un 4-4-2 por decreto, y el equipo consiguió un doblete --Liga y Copa del Rey-- y una de sus mejores cifras defensivas. Asimismo, Messi continuó con su idilio con el gol y volvió a ganar la Bota de Oro, pese al cambio de dibujo y la falta de efectivos en ataque. 

De vuelta al ADN azulgrana

En su segunda temporada al mando del equipo azulgrana, los objetivos deportivos, la eterna cuestión del esquema y los nuevos fichajes, permitieron al extremeño recuperar el 4-3-3, pese a sus dudas. Asimismo, la política de fichajes, liderada por Pep Segura y Éric Abidal con las incorporaciones de Clément Lenglet, Arthur Melo, Arturo Vidal, Malcom, así como Sergi Samper y Carles Aleñá, ya fijos en el primer equipo, han permitido al técnico tener alternativas reales para sus onces iniciales. 

Sus decisiones tampoco han estado exentas de polémica, pero el tiempo le ha acabado dando la razón. Su gestión ha sido impecable y hoy por hoy tiene un equipo totalmente enchufado y listo para saltar al verde. Empezó la temporada con su once de gala y los recién llegados aguardando su oportunidad en el banquillo. Lenglet, Arthur, Arturo Vidal y Malcom en el banquillo mientras Dembelé y Coutinho peleaban --y todavía pelean-- por un puesto en el once. 

En tan solo cuatro meses ha conseguido, con la ayuda de los propios jugadores, tener una de las plantillas más competitivas de Europa que aspira todavía a todos los títulos posibles y en un engranaje casi perfecto. 

Confianza, aunque también obligado

Si en su primera temporada tuvo que hacer frente a la marcha de Neymar, el varapalo de la segunda fue mayor. Andrés Iniesta decidió abandonar el club tras 20 años en la élite. Difícil encontrar un sustituto para semejante calidad. Y en ese vacío que dejó el manchego, Valverde encontró en Arthur, un centrocampista de posesión y control.

 

Una foto de Arthur recibiendo instrucciones de Ernesto Valverde / EFE

Una foto de Arthur recibiendo instrucciones de Ernesto Valverde / EFE

Su titularidad indiscutible se hizo de rogar, pero las buenas actuaciones del brasileño le asentaron en el once. Fue entonces cuando tuvo que lidiar con el descontento de Arturo Vidal, tan acostumbrado a ser un jugador indiscutible en todos sus equipos anteriores al Barça, que se avecinaba una bomba de relojería. La respuesta fue inmejorable: toque de atención por parte del club y enchufado de nuevo a la rutina azulgrana. Cinco meses después, el chileno también es un incuestionable en un esquema que alterna a los dos Arturos de la plantilla según las necesidades del encuentro y las rotaciones. 

Respecto a la defensa, Valverde se ha visto obligado dada la lesión de Umtiti y las bajas continuadas de Vermaelen. Lenglet es el central titular y su rendimiento está fuera de cuestiona miento. 

Los eternos suplentes y el filial

La polémica también se ha centrado en aquellos denominados como eternos suplentes. Rafinha, cuando mejor estaba, cayó desafortunadamente lesionado, y entró en escena Denis Suárez. El gallego ha vivido en la sombra desde su regreso al Camp Nou, pero su profesionalidad ha sido ejemplar. Siempre dispuesto a demostrar su calidad y, pese a la poca continuidad que ha tenido, Valverde ha sabido mantenerle enchufado. 

El filial es otra de las cuestiones de estado del club. Samper no cuenta, pero Aleñá por fin se ha hecho un hueco en el primer equipo, que irá creciendo paulatinamente. Respecto al resto de jugadores, como Chumi, Cuenca, Miranda o Riqui Puig siempre ha sido claro. El Txingurri les ha dado oportunidades cuando ha creído conveniente hacerlo, pero también ha acabado teniendo razón.

Ernesto Valverde durante una sesión de entrenamiento del Barça / EFE

Ernesto Valverde durante una sesión de entrenamiento del Barça / EFE

Su llamada a la calma, ante las exigencias de la afición, se escenificó frente al Levante en la ida de octavos de final de la Copa del Rey y sus declaraciones semanas atrás despertaron en la memoria de miles: "Los jugadores del B pueden entrar, pero que puedan llegar a ser titulares dos centrales del B que están en segunda B es complicado" y añadió: "No hay que hacer demagogia con estos temas. Tenemos a Miranda, estará Wagué cuando lo podamos inscribir en enero, Chumi... Vamos intentando que entren poco a poco. Pero no vamos a cambiar a todos los jugadores por los del B para que alguien esté contento, hay que ir haciendo las cosas progresivamente. La mejor forma de formarse los jugadores del filial es estar y jugar en el B y subir a Segunda A, porque ahí tienen espacio y nosotros los seguimos y vemos".

Los pesos pesados avalan su gestión

Y con este escenario, Valverde ha conseguido acallar a sus críticos, pese a los errores que todo humano puede cometer. Todos se sienten importantes y aquellos que llevan más tiempo en el vestuario acreditan su gestión. Todos quieren que continúe desde Piqué a Messi, pasando por Rakitic, Suárez, Jordi Alba y Busquets. 

Piqué alabó la labor que ha desempeñado el extremeño desde su llegada: "La gestión que ha hecho del vestuario, con su tranquilidad y calma, ha sido muy positiva". Rakitic, capitán sin brazalete, coincide con el central: "Encajamos muy bien y tenemos una visión similar del fútbol. Me alegra que él sea mi entrenador. El mejor paso del club sería renovarle" y remachó: "Es muy tranquilo, un verdadero trabajador. Prepara todos los detalles pieza por pieza, siempre quiere que su equipo haga lo mejor que pueda". 

Ernesto Valverde en el entrenamiento previo al Barça-Tottenham / EFE

Ernesto Valverde en el entrenamiento previo al Barça-Tottenham / EFE

Declaraciones que argumentan y certifican el saber hacer de Valverde. Ahora, solo falta que los objetivos deportivos se cumplan y que la presión mediática no haga mella en el técnico. El Barça le espera y los egos están bajo su control. El bien del colectivo va por encima de todo.