Dembelé no se encuentra a sí mismo en el Barça. Está perdido. Como un adolescente desazonado por su futuro. Tiene todas las cualidades necesarias para triunfar como futbolista: talento, físico y suerte. A sus 21 años de edad ya ha recalado en uno de los mejores equipos del mundo y comparte vestuario con el mejor jugador de la última década, por no decir de la historia. Sin embargo, nada parece ser suficiente. Porque Dembelé no es consciente de sí mismo.
Diamante en bruto
Leo Messi y el resto de compañeros lo acogieron con los brazos abiertos cuando llegó a Barcelona. Ernesto Valverde confió en él desde el primer momento. Sin embargo, una infortunada lesión dio al traste con media temporada. Estuvo más de cinco meses de baja. Aún así, a su regreso dio destellos de brillantez. El Barça tenía a un diamante en bruto. Solo era necesario pulirlo.
Esta es la tarea que el club lleva meses intentando con el jugador: darle forma, educarlo, inculcarle los valores del Barça. Sin embargo, Dembelé no parece responder positivamente a la confianza depositada en él. Va a su bola, ajeno a cuanto le rodea, sin pensar lo más mínimo ni en sus compañeros ni en toda la gente que vela por él. Es una locomotora descarrilada. Y el equipo empieza a cansarse.
Impuntualidad en los entrenamientos, hábitos de vida poco saludables en cuanto a la alimentación y al descanso, falta de actitud en los partidos. Son los motivos que explican la crisis de Dembelé en el Barça y que causaron la ausencia del francés en la última convocatoria de Ernesto Valverde ante el Betis. Un castigo encubierto con el que el técnico pretendía hacerlo reflexionar.
Saber levantarse
El problema que subyace de fondo es que Dembelé no tolera la frustración, según ha podido saber Culemanía. Se siente impotente en una plantilla del nivel de la del Barça. Tantos jugadores de calidad a su alrededor lo abruman. No sabe qué hacer. Se compara con Messi, Luis Suárez o Coutinho y se siente pequeño. Vive con una presión brutal por destacar, por reafirmarse a sí mismo. Y ver que no lo consigue lo atormenta. Lo paraliza.
Todo ello desemboca en una desmotivación enorme. Siente que no da la talla. Que no puede aportar nada más al equipo. Nada que lo mejore. Y pierde las ganas de seguir luchando. Su carrera ha sido tan meteórica que apenas conoce la frustración. No sabe que toda crisis encierra una oportunidad y que a la larga solo triunfa quien se repone de sus derrotas. Caer y levantarse, esa es la cuestión. Y volver a levantarse una vez más. Hasta el final de la partida. No hay otra.
Malas costumbres
“Es cierto que sus retrasos son una pequeña costumbre suya”, reconoció Didier Deschamps, seleccionador de Francia, con quien ahora está concentrado el jugador. “Conozco sus excusas: se escuda en que no es el único. Tiene que entender que esto debe cambiar”, añadió.
Una foto de archivo de Ousmane Dembelé durante un entrenamiento / FCB
“Es un jugador que ha conocido muchas cosas a pesar de su juventud”, siguió diciendo Deschamps. “No me desespero. Esta es una situación que se puede repetir. Cuando se dé cuenta de todo esto y comprenda que no es algo positivo, será bueno para él y para su club”, zanjó.
Moussa Sissoko, el agente de Dembelé, también salió al paso de las recientes críticas sobre su cliente: “Tiene 20 años, juega en el Barcelona, uno de los clubes más grandes del mundo, e hizo un gran arranque de temporada. Aquí se genera polémica con todo, pero Dembelé sabe ignorar las críticas”, afirmó.