Ousmané Dembelé se asoma al abismo. El futbolista está en el ojo del huracán jornada tras jornada y sus progresos se vigilan con lupa desde el palco, la secretaría técnica, el banquillo y sobretodo, las gradas del Camp Nou. El barcelonismo espera que el extremo pueda consolidarse en la plantilla esta temporada después de un primer año repleto de piedras en el camino que frustraron su adaptación a un club que exige algo más que jugar al fútbol.
Valverde le ha dado su total confianza para desarrollar su juego por la banda derecha, pero según pasan las jornadas revive las dudas que había disipado con su gran inicio de temporada. Gol en la final de la Supercopa de España, gol en la victoria frente al Valladolid y gol frente al Huesca, por no hablar de Europa, donde su tanto frente al PSV desatascó a un Barça que estaba sufriendo, pero que acabó goleando al conjunto de Van Bommel.
El maquillaje
Hasta ahora, su capacidad goleadora ha podido maquillar sus endebles actuaciones. Las caras de Messi y Suárez lo dicen todo. Brazos holgados, desesperación y reproches constantes. El Mosquito falla en aspectos del juego que no se puede permitir como jugador profesional. Erra pases sencillos, no ve desmarques claros, se arriesga en el juego entre líneas y no recupera la posición en transición defensiva. Un lujo que no puede permitirse un jugador que todavía no ha demostrado nada con la elástica azulgrana y a quien le pesan los 120 millones que se abonaron por él y el recuerdo de Neymar.
Una foto de Ousmane Dembelé celebrando su gol frente al PSV / EFE
Empezó la temporada como un tiro, pero la flor no es eterna. Los goles que ha marcado han sido fruto de una calidad por explotar, pero que todavía está en una etapa muy incipiente. La base del su fútbol no está al nivel del Barça y en ocasiones se convierte en un náufrago en el terreno de juego. No sabe que espacios ocupar o dónde está la mejor opción de pase. Asociarse con sus compañeros en zonas de finalización es una de sus asignaturas pendientes. La falta de espacios le obliga a pensar más rápido y casi nunca elige la mejor opción. Además, retiene demasiado el balón en jugadas de desborde. Valverde quiere que use sus armas para dejar atrás a los rivales, pero tiene que empezar a identificar esas acciones en las distintas fases del juego, así como entender que es lo que necesita el equipo en cada momento. as acciones lige con frecuencia
Falta de conexión con Messi
Pese a que Valverde le esté dando cuerda, es un candidato firme a acabar calentando el banquillo. Sus malas actuaciones no juegan a su favor y no cuenta con el apoyo y la complicidad del argentino. El equipo debe jugar por y para él. Adaptarse al '10' azulgrana, especialmente de tres cuartos hacia adelante, donde el capitán mueve la batuta para asistir o definir. Es el jefe y hasta la fecha han demostrado muy poca conexión. Messi prefiere a Coutinho como delantero --la MSC antes que la MSD-- y la opinión del argentino es la más importante en el vestuario. Además, uno de sus protegidos, Luis Suárez, baila al son de Messi y opina igual que el argentino. Si no suma colectivamente molesta, pero no tolerará que reste en el juego del argentino.
Dembelé solo destaca en jugadas individuales. Así han sido todos sus goles hasta la fecha, excepto el de Valladolid. Se le pide que estire al equipo, que dé profundidad y genere peligro con su velocidad, pero el estilo del Barça tampoco le acompaña. Hay que darle margen de tiempo, pero el Barça no está para pruebas de pretemporada. La competición ya ha arrancado y cada partido son tres puntos vitales de cara a mayo. O espabila o no habrá segundas oportunidades.