Un año después de su aterrizaje en el Barça Ousmane Dembélé sigue siendo para muchos un pequeño gran misterio. Un jugador lleno de interrogantes que en algunas noches se pone el traje de futuro crack mundial y en otras desespera a la parroquia culé.

El jovencísimo atacante francés (nació en mayo de 1997, 21 años) aparece en este comienzo de curso como una especie de nuevo fichaje a ojos del aficionado blaugrana. Tras una temporada de estreno con lesiones y actuaciones deficientes, entre muchos aficionados existe la esperanza de comenzar a ver, este año sí, la mejor versión del galo.



Este relativo optimismo se alimenta de varios factores. Por un lado, el conjunto blaugrana, a pesar de los interesantes refuerzos que ha incorporado durante el verano, no se ha hecho con los servicios de un jugador de gran nombre. Los fichajes, de perfil medio, han llegado en principio para reforzar zonas del campo específicas y aumentar la competencia de algunos titulares. Pero entre ellos no aparece ningún crack mundial o proyecto de gran estrella.

Un inicio esperanzador

El otro motivo que explica las ganas de ver a Dembélé en el campo sí tiene que ver con el propio jugador. El extremo francés ha dejado en apenas cuatro partidos más argumentos para ilusionarse que en casi todo el curso pasado.



Comenzó la temporada anotando un auténtico golazo contra el Sevilla en la Supercopa de España. Un tanto que otorgó el primer título del año al Barça y que sirvió como declaración de intenciones de Ernesto Valverde: Dembelé es mi tercer delantero titular y espero de él lo mejor, vino a decir el técnico extremeño.

El galo recogió sin duda el guante del entrenador blaugrana, con una actuación decisiva que ha tenido continuidad en los tres primeros partidos de Liga. En estos encuentros, Dembélé ha anotado otros dos goles, casi los mismos que en toda la campaña pasado en la competición doméstica (tres).

Dudas e impaciencia

Pero a pesar de este buen inicio, el veloz extremo sigue generando dudas en los despachos del Barça. Entre la dirección culé la ilusión en torno al francés se mezcla con una cierta impaciencia, alimentada, claro está, por la millonada pagada al Borussia de Dortmund hace ahora un año por su traspaso.



Aquellos que más dudan de Dembélé han visto encontrado más motivos de preocupación durante el parón de selecciones. El blaugrana, tal y como ocurrió durante el Mundial, ha tenido una participación bastante testimonial en los dos encuentros de Francia.

Suplente con Francia

El Mosquito comenzó el campeonato del mundo como titular. Pero tras ese primer partido, Didier Deschamps, su entrenador en el combinado galo, lo relegó al banquillo, utilizándolo sólo en los minutos finales de algún otro partido.



Para reemplazarlo, Deschamps dio entrada a Olivier Giroud, atacante del Chelsea, un jugador potente y con gol pero técnicamente más limitado que Dembélé. Junto a él, las dos grandes estrellas que iluminan hoy en día al equipo francés: Antoine Griezman y Kylian Mbappé, titulares indiscutibles en el combinado galo.

Enorme margen de mejora

Estas dificultades que Dembélé tiene para hacerse un hueco en el once de Francia son un síntoma de las muchas debilidades que todavía rodean al extremo. Deschamps ha construido un equipo, por encima de todo, fiable, que pierde pocos balones y que no desaprovecha las ocasiones que le dan los rivales.



Cuestiones en las que el blaugrana, tantas veces impreciso en sus controles o pases, todavía tiene mucho que mejorar. A lo que se añade un juego demasiado acelerado en ocasiones, lejos de las exigencias de control con las que trabaja el Barça de Valverde.



¿Sabrá el extremo responder a las exigencias que requiere un equipo como el culé? Y, sobre todo, ¿responderá a las altas expectativas que sigue suscitando en una parte importante del Camp Nou? La pelota está en su tejado.