Este viernes se ha cumplido un año desde que Neymar tomó la decisión que nadie entendió: decidió aceptar la oferta de un Paris Saint-Germain que pagó los 222 millones de euros que estipulaba su cláusula de rescisión para llevarle a la Ligue 1, una competición menor y sin equipos que puedan hacer frente a los parisinos.
Un año después de que Neymar traicionase al FC Barcelona -y a si mismo- parece que ha sido el futbolista el que más ha salido perdiendo. Cierto es que el eqipo azulgrana ha perdido a ese extremo habilidoso que protagonizó la remontada más grande de todos los tiempos -ante el propio Paris Saint-Germain- pero ahora yace en un ataúd que él mismo se construyó.
Neymar era feliz en Barcelona -o eso decía- al lado de sus amigos Leo Messi y Luis Suárez, jugando en un equipo que aspiraba a todo y siendo consciente de que estaba destinado a ser el sucesor del argentino como mejor jugador del mundo. No obstante, prefirió el dinero que le ofrecieron desde París y ahora sus aspiraciones parecen haberse reducido.
En el Paris Saint-Germain, Neymar ha salido perdiendo en todos los sentidos. En primer lugar, ha ido a un equipo muy competitivo en Francia -donde no tiene a ningún rival a su altura- pero poco efectivo en Europa, donde no ha logrado pasar ni de octavos en la Champions League. Además, ha dejado de ser dueño de su futuro, ya que Nasser Al-Khelaïfi no le dejará marchar ni por todo el dinero del mundo.
Además, la eclosión de Kylian Mbappé también va camino de hacerle daño. El joven delantero galo lo tiene todo para eclipsar al brasileño: es francés, siente los colores, es siete años más joven y no ha protagonizado 'niñatadas' como las peleas que Neymar tuvo con Edinson Cavani a principio de curso. En este sentido, el trono de Neymar va camino de ser usurpado.