Corren tiempos aciagos para el FC Barcelona. Al menos, en el plano institucional. A la necesidad incipiente de conseguir grandes acuerdos de patrocinio que incrementen los ingresos ordinarios, se le ha unido desde hace mes y medio un obstáculo que ralentiza el paso y enturbia enormemente la imagen del club: el Barçagate de Enríquez Negreira, una bola que ha ido creciendo día tras día a medida que aparecían nuevas informaciones.
De puertas hacia afuera, el mensaje transmitido por Laporta y sus pesos pesados es que, poco a poco, el Barça se está recuperando económicamente. La realidad, sin embargo, es que el club sigue endeudado hasta los dientes, con una masa salarial rebosante y unos ingresos regulares que, aunque aumentan de forma progresiva, todavía son insuficientes.
La amenaza que se cierne sobre el Barça
El escenario actual, lleno de incertidumbre por culpa de un caso sobre el que el Barça aún no ha dado explicaciones a nivel oficial, trae consigo el temor de que se produzca una ruptura con alguno de los grandes patrocinadores. Fuentes consultadas por Culemanía aseguran que existe la posibilidad de que alguno de esos sponsors decida romper el acuerdo comercial con el club. O, por otra parte, no renovarlo en vísperas de futuro.
En lo que respecta a Nike, en 2016 se llevó a cabo la última renovación con el Barça. Se informó entonces de que el acuerdo firmado tendría validez por un total de 12 años. Sin embargo, fuentes de las negociaciones reconocieron a este medio, meses atrás, que lo que se firmó en realidad fue un precontrato que sentaba las bases del acuerdo futuro con antelación, ya que el vínculo anterior expiraba en 2018. Lo que se conoce como contrato short term (corto plazo).
Un acuerdo pendiente de revisión en 2023
Entonces trascendió que la empresa de ropa deportivo pagaba al club 105 millones de euros fijos por temporada, además de unos posibles 50 millones más en variables. El contrato a corto plazo así lo especifica, pues contempla los puntos más relevantes. En cualquier caso, queda pendiente cerrar desde 2016 un contrato definitivo o, como se conoce en el mundo del patrocinio, long term (a largo plazo), ya con todos los detalles establecidos. Una revisión que teóricamente se pactó para este mismo año 2023 entre las dos partes.
El problema es que, hoy por hoy, el caso Negreira puede convertirse en una amenaza para que el acuerdo salga adelante. Eso, siempre y cuando el Barça no sea capaz de demostrar su inocencia en las investigaciones que se están llevando a cabo desde diversos estamentos. El Barçagate está poniendo al club presidido por Joan Laporta ante una crisis de dimensiones épicas, al menos en lo que se refiere a la reputación de la entidad en todo el mundo. Y no sólo por Negreira, sino también por otros muchos escándalos relacionados --directa o indirectamente-- con el FC Barcelona en los últimos años.
Mano dura con los escándalos deportivos
Se da el caso, además, de que a Nike nunca le ha temblado el pulso a la hora de cortar de raíz sus acuerdos con escándalos deportivos de por medio. En 2012 rompió relaciones con el ciclista estadounidense Lance Armstrong, después de que éste fuese acusado de dopaje y perdiera así sus siete Tour de France. Un año más tarde, en 2013, suspendió su acuerdo con el atleta paralímpico Oscar Pistorius tras ser acusado de asesinar a su novia. En 2016, el positivo en un control antidopaje de Maria Sharapova provocó también la rescisión contractual de Nike.
Y, para seguir con algunos ejemplos más recientes, en 2022 la compañía estadounidense decidió poner fin a su relación con el equipo de gimnasia artística de su propio país, Estados Unidos, tras conocerse nuevas denuncias de abuso sexual en el deporte. Queda claro que a Nike no le gusta relacionarse con ningún equipo, deportista o entidad acusado de delitos o ilegalidades. Y en función de cómo transcurran las indagaciones sobre el caso Negreira, el Barça puede verse seriamente afectado si pierde a uno de sus patrocinadores principales. En Nike lo llevan tatuado a fuego: el dinero no lo es todo.