Crece la tensión en el Camp Nou a marchas forzadas. El FC Barcelona ha entrado en una espiral de contratiempos, conflictos y persecuciones del que ni la mejor oratoria del presidente Joan Laporta parece capaz de rescatarlo. El efecto persuasor de su don de gentes se desavenece al tiempo que aumenta el desgaste de una junta dirtectiva de fieles presidencialistas que gobierna un club de amigos al que el propio Laporta califica de familiar. Cada vez son más los enemigos que amenazan el bienestar de un Barça que sufre horrores para hacer honor al Més que un club que luce como eslogan. Mientras el presidente proclama la "inocencia" de su Barça, aquellos a los que él mismo llama "sinvergüenzas" afilan los cuchillos para pasar cuentas al club más envidiado de la última década. Uno de esos enemigos es la UEFA.
El organismo que preside Aleksander Ceferin se la tiene jurada al Barça desde hace muchos años. Pero más especialmente, si cabe, desde que Laporta regresó a la presidencia y se comprometió firmemente con la Superliga europea. Este proyecto, que cada vez tiene menos visos de hacerse algún día realidad, puso en pie de guerra a la UEFA, que anhela imponer una sanción ejemplar al Barça bajo el pretexto que sea. La explosión del Barçagate vinculado a Negreira le viene como anillo al dedo.
Un año fuera de Europa
El Reglamento de Competición de la UEFA Champions League tiene prevista la posibilidad de tomar medidas contra aquellos clubes que lleven a cabo "cualquier actividad destinada a organizar o influir en el resultado de un partido a nivel nacional o internacional". Así lo dispone el artículo 4.02 del cuerpo normativo, donde queda patente que la sanción consistirá en "declarar inelegible a dicho club para participar en la competición durante solo una temporada". Es decir, en el supuesto de que la UEFA considere probado que el Barça ha intentado alterar partidos, como parece ocurrir con todo el escándalo de Negreira, el club podría ser penalizado sin jugar competiciones europeas durante un año.
Pero hay más. En el supuesto de que la UEFA considere las citadas conductas de extrema gravedad, se pueden tomar otro tipo de medidas disciplinarias más severas, como podría ser la expulsión definitiva de la competición o la retirada de títulos. Aunque este escenario grotesco no parece contemplarse por ahora, así lo dispone el artículo 4.03 de la misma normativa: "Además de la medida administrativa de declarar a un club inelegible según lo dispuesto en el Párrafo 4.02, los Órganos de Administración de Justicia de la UEFA pueden, si las circunstancias lo justifican, también tomar medidas disciplinarias de acuerdo con el Reglamento Disciplinario de la UEFA-2".
Si hay sanción, va para largo
Si bien se antoja difícil pensar en una expulsión del Barça de las competiciones europeas, todo apunta a que el club acabará privado de jugar un año en Europa. Esto ocurrirá así a menos que cambie mucho el escenario actual, donde la culpabilidad del club se da por sentada ante la ausencia de unas explicaciones contundentes que lo desmientan. En cualquier caso, se trata de una cuestión que es objeto de una instrucción penal y que, a tenor de anteriores precedentes similares --caso Fenerbahçe--, lo normal es que tarde unos años en resolverse. Por lo tanto, si finalmente se ve el Barça privado de jugar un año en Europa, lo normal es que sea no antes de tres años, cuando podría darse la primera sentencia. Teniendo en cuenta que hay distintas instancias superiores a las que recurrir, el asunto podría alargarse entre cinco y 10 años.
Según ha podido saber Culemanía, aquí el principal problema reside en la interpretación de los hechos que haga la UEFA. Y si el organismo considera que los hechos destapados son suficientes para entenderse que tienen valor incriminatorio, la sanción será del todo inevitable.
A tenor de los precedentes antes citados en forma de conflictos recientes entre la UEFA y el Barça, todos los elementos hacen pensar que el Barça no se librará de quedar un año apeado de Europa. Ceferin se la tiene jurada a Laporta y mucho debería el presidente culé reconducir las relaciones en los próximos meses para que el dirigente europeo no aproveche esta situación como la excusa perfecta para consumar su venganza contra el Barça. Hay que recordar que, además de la Superliga, las tensiones entre ambas entidades están encendidas desde los cánticos de independencia desde 2017, la invasión de esteladas en el Camp Nou y los pitos al himno de la Champions, que empezaron a proliferar tras la contundente sanción que la FIFA impuso al Barça por los fichajes de menores.
JP Morgan se baja de la Superliga
El escándalo de Negreira no solo ha servido para que salgan a la luz muchos enemigos del Barça --prensa madrileña, la Liga, varios clubes españoles, el Real Madrid de forma recatada y la propia UEFA-- sino que también es la estocada final para una Superliga que no se sostiene. Con la Juventus empapelada en Italia por hacer trampas y con el Barça señalado a nivel internacional, el único bastión que aguanta el proyecto de Superliga es un Real Madrid que cada vez está más resignado. Su principal aliado económico, JP Morgan, ya ha transmitido a Florentino Pérez que se vaya olvidando. Que, en estos momentos, el proyecto no es viable.
Del mismo modo, Javier Tebas está aprovechando la situación para hacer leña del árbol caído, ensañándose cada vez que habla contra Laporta y su Barça. El presidente ha descuidado la marca Liga, sustentada principalmente en el potencial de Barça y Madrid, a costa de priorizar sus rencillas con los impulsores de la Superliga. Mientras sigue ganando al Real Madrid en los juzgados, menoscaba la imagen de un Laporta que sigue sin dar explicaciones convincentes sobre el por qué de los pagos al exárbitro. La teoría que más prolifera es que el Barça lo pagaba "por si acaso", "para evitar arbitrajes negativos" y siendo "víctima de los chantajes de Negreira".