El FC Barcelona siempre ha sido de sus socios. Algo que cada vez es más complicado entre los grandes clubes de Europa, y que tiene mérito dadas las crisis económicas y financieras que la entidad ha tenido que superar a lo largo de su historia. En España, fue uno de los cuatro equipos que no se vio forzado a reconvertirse en sociedad anónima deportiva (SAD) a principios de los noventa. Pero vistos los últimos movimientos y decisiones de Joan Laporta y su junta, no hay que ser un lince para darse cuenta de que el club está poniendo cada vez más en riesgo su actual modelo de propiedad.
El Barça ha sufrido unas pérdidas de entre 450 y 500 millones de euros en dos años. Para transformar la deuda de corto plazo a largo, Laporta abrió línea de crédito de 595 millones con Goldman Sachs y pidió un nuevo crédito de 1.500 millones para el Espai Barça con el banco norteamericano. La deuda total es de casi 3.000 kilos: 1.350 millones en pasivos que dejó la junta de Josep Maria Bartomeu, a los que hay que sumar los 1.500 millones del crédito anteriormente mencionado para financiar el nuevo Camp Nou y toda la infraestructura anexa.
Si los próximos balances siguen dejando pérdidas en las arcas del club, no parece imposible que el Barça cambie de modelo de propiedad y deje de pertenecer a los socios compromisarios. Las inyecciones de capital de adinerados accionistas son alternativas muy tentadoras; soluciones fáciles que cortarían de raíz la crisis económica de la entidad. Si eso ocurriera, el horizonte azulgrana sería muy distinto. Y para argumentarlo, basta con explicar cuáles serían las seis consecuencias directas más destacadas.
Sustitución: adiós socios, hola accionistas
El efecto más directo, naturalmente, es que el Barça dejaría de ser propiedad de sus aficionados. Las decisiones pasarían a ser tomadas por un grupo de inversores que priorizaría el retorno económico por encima de los resultados deportivos, como en cualquier empresa. Las SAD pueden recibir aportaciones de capital y cotizar en bolsa, por lo que el Barcelona podría tener una masa accionarial con grandes recursos económicos, que no necesariamente sería forofa del equipo. Puede que ni siquiera del fútbol. Y es que, como le pasa a cualquiera que invierte en empresas, uno puede ser accionista de un club sin que le interese el deporte, sino únicamente por los dividendos.
Con elecciones, pero sin democracia
Actualmente, en el FC Barcelona la Asamblea General es el órgano de gobierno y los socios son quienes deciden quién preside la directiva mediante elecciones cada seis años. Incluso antes, con la recogida de firmas para un voto de censura como ocurrió con Bartomeu y sus lacayos. En la SAD, no obstante, las decisiones las toman la junta de accionistas y el consejo de administración, pero mientras alguien tenga el control del 51% del accionariado puede hacer y deshacer como y cuando desee, con libertad. Habría elecciones, cierto, pero no serían democráticas porque lo único que contaría es el número de acciones. Algunos podrían vender o comprar para tener más poder dentro del club.
Una organización con ánimo de lucro
El FC Barcelona es un club sin ánimo de lucro, como siempre han sido en esencia las organizaciones deportivas. Así lo recoge el artículo uno de los estatutos del club, que lo describe como "una asociación deportiva catalana de naturaleza privada, de personas físicas sin ánimo de lucro, con personalidad jurídica propia y capacidad de obrar, constituida el 29 de noviembre del año 1899". Su finalidad, de acuerdo con el artículo cuarto, es la del "fomento, la práctica, la difusión y exhibición" de actividades deportivas. En una sociedad anónima deportiva, aunque también pueda promocionar el deporte, el fin primario siempre es la obtención de un rendimiento económico.
El aspecto polideportivo, en riesgo
No es ningún secreto que el FC Barcelona es la entidad polideportiva más prestigiosa del mundo. Además del fútbol (masculino y femenino), dispone de diez secciones deportivas más: baloncesto, balonmano, hockey patines, fútbol sala, hockey hierba, hockey hielo, patinaje artístico sobre hielo, atletismo, rugby y voleibol. En total, el Barça ha cosechado 43 Copas de Europa con el global de sus secciones profesionales: cinco en fútbol masculino y una en femenino, 22 en hockey patines, diez en balonmano, tres en fútbol sala y dos en baloncesto. En lo que respecta a las SAD, la ley determina que "solo podrán participar en competiciones oficiales profesionales de una sola modalidad deportiva". Eso provocaría que tuvieran que crearse distintas SAD para cada deporte en el que se quisiera participar, algo que ya sucede por ejemplo con el Deportivo Alavés (fútbol) y el Baskonia (baloncesto), que comparten presidente.
Falta de transparencia
Cuando la modalidad de propiedad es privada y el club está controlado por unos pocos accionistas con dinero, no tienen necesidad de dar demasiadas explicaciones. En el Valencia CF, por ejemplo, pese a las protestas masivas que ha habido en los últimos años contra la gestión de Peter Lim, poco más podían hacer los fans para echar a la junta extranjera. En el Barça, sin embargo, la amplia base de propietarios obliga a los gestores a mantener una comunicación continua y a justificar constantemente sus decisiones, dado que de lo contrario se arriesgarían a votos de censura o, en otros casos, demandas y exigencia de responsabilidades. La transparencia permite detectar de forma eficaz gestiones deficientes y perjudiciales, una posibilidad que puede darse en las SAD.
Pérdida de identidad cultural
Peter Lim es un empresario de Singapur al mando del Valencia CF; Chen Yansheng, un accionista chino que dirige el RCD Espanyol; Nasser Al-Khelaïfi, un catarí a cargo del Paris Saint-Germain... En el FC Barcelona, la identidad cultural y los valores son importantes, forman parte de la marca que exporta la capital catalana al resto del mundo. Si el club pasara a convertirse en una SAD, los nuevos dueños podrían cambiar de sede el equipo si quisieran. En Estados Unidos es algo que sucede habitualmente en la NBA. Los Nets pasaron recientemente de New Jersey a Brooklyn, y los Hornets abandonaron New Orleans para trasladarse a Charlotte. Estos dos casos, en menos de veinte años.
En Europa no ha sucedido tan a menudo, pero sí en algunas ocasiones. Los dueños del Wimbledon lo enviaron a Milton Keynes en 2002 y, en España, el antiguo Ciudad de Murcia se transformó en Granada 74 cuando su dueño decidió en trasladarlo en 2007 a una distancia de 270 kilómetros de su sede inicial. Situaciones atípicas que pueden pasar cuando el control deja de estar en manos de los aficionados.