Las palabras vuelan, los hechos quedan. Hace unos meses, Ferran Reverter negó que la nueva junta directiva de Joan Laporta estuviera sopesando la conversión del FC Barcelona en Sociedad Anónima (SA). Hoy en día, el antiguo CEO del club ya no ocupa su cargo por diferencias con el presidente en la gestión, aunque de cara a la galería dimitiera por cuestiones personales. Lo que ahora es negro, mañana puede ser blanco. Y no es una locura percatarse, vistos los últimos movimientos y decisiones de la junta laportista, de que la entidad culé está poniendo cada vez más en riesgo su actual modelo de propiedad.
La pandemia ha provocado unas pérdidas de entre 450 y 500 millones de euros en dos años. Paralelamente, se cuantificó en 481 millones negativos el balance económico del curso pasado. La junta de Laporta intenta huir como puede de la ruinosa crisis financiera, pero la venta del club sigue acechando como el fantasma que espera su oportunidad en una película de miedo. Con sus decisiones, Laporta está poniendo música de ambiente a esa aparición que asustaría a muchos, pero que otros verían como una revelación (o incluso una oportunidad).
La deuda del Barça, disparada
Desde que el presidente volvió a sentarse en el trono azulgrana, las acciones más significativas de su junta se han tomado en clave financiera: un préstamo de 80 millones con Goldman Sachs antes de la asamblea de compromisarios. Una línea de crédito de 595 millones con Goldman Sachs para transformar deuda a corto plazo en deuda a largo plazo. Y, por último, un nuevo crédito de 1.500 millones para el Espai Barça con la misma entidad financiera. La conclusión es que el Barça, en parte, está dando las llaves al coloso norteamericano, que dispone de un crédito total a su favor de 2.100 millones.
La deuda total es de prácticamente 3.000 kilos: 1.350 millones en pasivos fueron los que dejó la junta de Bartomeu, a los que hay que sumar los 1.500 millones del crédito de Goldman Sachs para financiar el Espai Barça. Un proyecto que inicialmente fue tasado en 815 millones, y que ahora cuesta casi el doble. De forma irremediable, el club catalán está cada vez más cerca del modelo del Bayern Múnich. Los grandes socios capitalistas podrían aprovechar para hacerse con un 49% de la propiedad, pero con el Barça manteniendo el control mayoritario de las acciones.
Tras haber gestado el acuerdo con Spotify y haber renombrado el Camp Nou con toque sueco, uno de los aspectos en los que ahora trabaja la directiva culé es la venta de negocios como Barça Licensing Merchandising (BLM) y Barça Studios. Este último, un activo valorado en unos 100 millones por el que Laporta, con un optimismo quizá imprudente, pretende sacar 350 kilos a cambio del 49% del proyecto. Se están buscando accionistas que traigan dinero para superar la crisis y relanzar todas las ideas y estrategias de planificación en vísperas de futuro, tanto en el plano deportivo como institucional. De ahí ya se desprende un pensamiento afín a la SA.
El sacrificio del Barça Corporate
Traspasar Barça Studios y BLM por las cuantías desorbitadas a las que aspira Laporta no será nada fácil. El abogado catalán decidió vender por separado el Barça Corporate, rechazando así algunas ofertas de más de 200 millones de euros por todo el pack que dejó Bartomeu, antes de irse, cerradas en un sobre para su sucesor. El nuevo presidente optó por desecharlas, y de pájaro en mano se ha pasado a ciento volando.
Como anécdota, más oportuna que nunca dado el impacto Gerard Piqué en la actualidad de esta última semana, cabe recordar que el futbolista culé intentó comprar el 49% del Barça Corporate mediante su conglomerado de empresas, y lo habría hecho de no ser por la negativa de Josep Maria Bartomeu. Piqué, a quien muchos quieren ver de presidente de aquí a unos años, podría haberse convertido en uno de los máximos accionistas del Barça.
De fantasía a realidad posible
Dejando de lado lo que pudo ser y no fue, lo cierto es que ya no parece una fantasía que el Barça deje de pertenecer en su totalidad, algún día, a los socios compromisarios. Las inyecciones de capital de adinerados accionistas son alternativas demasiado tentadoras; soluciones fáciles que cortarían de raíz la crisis económica de la entidad. En la parte alta de Barcelona, las fuentes financieras mejor conectadas con la directiva actual empiezan a posicionarse. Pero de momento todo sigue en el aire... Y, como pasa en el fútbol, todo puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos.