Si alguien creyó que el culebrón se había zanjado con la no renovación de Dembelé en enero, se equivocaba. Pasan las semanas y continúa la incertidumbre sobre el futuro del atacante francés, que está protagonizando sus mejores actuaciones con el FC Barcelona justamente desde que se cerró el mercado invernal de fichajes. Quizá es porque se ha quitado un peso de encima y se nota más liberado, o bien por sus ganas de rebelarse contra la antipatía que llegó a sentir gran parte del barcelonismo hacia él a finales de enero.
Seamos realistas. No parece que a Dembouz le haya afectado nunca lo que opinen de él. Pero lo que es indudable es que nunca habíamos visto tan a gusto al francés como lo está ahora en la plantilla azulgrana. Ofreciendo asistencia tras asistencia en cada uno de los partidos que juega, luciendo sus mejores cualidades y celebrando como el mayor culé los goles y gestas del equipo, como la exhibición del pasado domingo en el Santiago Bernabéu. Quien le viera saltando, cantando y sonriendo junto a sus compañeros sin conocer nada del contexto, no se creería que se trata de un futbolista que termina contrato en junio de 2022 y que, hasta ahora, ha rechazado todas las ofertas de renovación.
La necesidad de romper el hielo
En este último punto, cabe puntualizar: él quiere renovar, y así se ha encargado de transmitirlo a Xavi, a la directiva y a veces hasta en la prensa. El problema es que su entorno (o mejor dicho, su agente Moussa Sissoko) no están dispuestos a firmar con las condiciones que propone el Barça, dado que a su entender el futbolista merece más dinero y una posible prima de renovación.
En las oficinas del Camp Nou están dispuestos a negociar, y desde el entorno del francés abren también las puertas. “Si nos llaman, vamos”, señaló recientemente el representante del Mosquito. Sin embargo, nadie da el primer paso y, aunque existe la sensación de que hay interés por ambas partes, ninguna quiere romper el hielo y mover ficha. Esperan a que sea el otro quien lo haga, y así sigue transcurriendo el tiempo sin que se produzcan avances significativos en relación al futuro del jugador. Básicamente, porque nadie quiere bajarse del burro y ceder en sus pretensiones.
La clave para solucionar el problema está bien clara. Moussa Sissoko está dolido con el Barça, consciente de que en agosto de 2017 se quedó sin cobrar una prima de fichaje por mandar a Dembelé de Alemania a Barcelona, al tiempo que ha ido viendo la facilidad con la que el club ha pagado bonus a otros representantes. Y es que, de los 105 millones de euros fijos que se pagaron al Borussia Dortmund y los 40 kilos en variables, no había prima alguna para el agente del prodigioso futbolista francés. Y ahora se ha encontrado con que la directiva de Laporta, en una situación económica muy distinta a la que tenía Bartomeu, no está dispuesta a pagarle ninguna prima de renovación.
Una felicidad interrumpida
Dembelé es feliz vistiendo la camiseta azulgrana, está muy integrado en el vestuario y contento de vivir en una ciudad como Barcelona. También con su entrenador, Xavi Hernández, a quien guarda un gran respeto. Podría decirse que nunca había estado más alegre en el combinado culé, con el factor añadido de que ha dejado atrás sus lesiones.
Habrá que ver, en esta particular guerra fría, cuál de las dos partes acaba cediendo. O si, conjuntamente y de forma equilibrada, lo acaban haciendo las dos. Porque, si no es así, Dembelé acabará volando del FC Barcelona a partir del mes de julio, y es muy posible que lo haga rumbo al PSG, que le pagaría más dinero. Igual que en su día hizo Neymar Jr. Sería una ironía del destino, sin duda, que el desenlace sea el mismo: ambos futbolistas arrepintiéndose de dejar atrás el Camp Nou por culpa del dinero. Y por la ambición de otros.