Al más puro estilo de Florentino Pérez con el Real Madrid, Joan Laporta está tomando el mando del FC Barcelona de manera total y, al mismo tiempo, cada vez más peligrosa. Si en los últimos meses el presidente se había encontrado con algunas trabas que no casaban con su forma de hacer en el seno del club, dichos obstáculos han ido cayendo uno a uno en papel mojado, lo que ha permitido que Jan asuma el poder absoluto.
Laporta se erigió presidente en marzo del año pasado y, desde entonces, ha ido deshaciéndose de aquellos límites de fiscalización que frenaban de vez en cuando sus planes. El hecho de haber entrado a presidir el club gracias al aporte financiero de sus dos avalistas principales, Jaume Roures y José Elías, hizo que Laporta no pudiera cumplir todos sus planes de inicio al no tener suficientes apoyos.
Ferran Reverter, que dimitió a principios de esta semana al no estar de acuerdo con las decisiones unilaterales de Laporta, también puso en determinadas ocasiones palos en las ruedas de la voluntad presidencial, como por ejemplo con su opinión sobre el acuerdo de la Liga y CVC. El pacto inminente con Spotify sólo ha sido la gota que colmaba el vaso, dado que el antiguo CEO del club tenía la creencia firme de que el Barça podría haber conseguido una solución mucho más satisfactoria a nivel de patrocinio.
Modificación de los estatutos
Mención especial para los estatutos del club, que hace unos meses imponían dos elementos de control muy importantes: el artículo 66, que señalaba un límite del 10% del presupuesto a cualquier crédito que se firmase, y el artículo 67, que obligaba a la junta a dimitir si en dos ejercicios consecutivos se presentaba una deuda superior a dos veces el valor del Ebitda.
Pues bien, en la asamblea correspondiente al mes de junio se aprobó la firma de un crédito con Goldman Sachs muy superior al 10% del presupuesto que marca el artículo 66, de alrededor de 500 millones de euros, mientras que la modificación de los estatutos que se llevó a cabo en el mes de septiembre hizo que se suspendiera temporalmente el artículo 67, dando aún más libertad a Laporta para hacer y deshacer a su antojo.
Móvil y auriculares con la aplicación de Spotify activa / EFE
Avalistas debilitados
Por último, pero no menos importante, está el caso de los propios avales, que se calculaban sobre el 15% del presupuesto de gastos del club. El presidente convenció a Florentino Pérez de que le apoyara en la reducción de dichas obligaciones, y luego lo negoció con el Consejo Superior de Deportes para, así, destensar la cuerda con la que le tenían amarrado Roures y Elías, quienes hoy por hoy ya no tienen influencia ni poder de decisión.
Un conjunto de jugadas, en definitiva, que han servido a Laporta para disfrutar de un grado de actuación prácticamente ilimitado, lo que deja en evidencia el riesgo de desprofesionalizar el club con la presencia masiva de amiguismos y gente afín a sus ideas. Además, Laporta ya no tiene a casi nadie que discuta sus decisiones ni le ofrezca la otra cara de la moneda, pudiendo caer en decisiones equivocadas con mayor facilidad.
Haaland posaba con ropa Nike al poco de fichar por la firma americana / NIKE
Tirar la casa por la ventana
Mientras el riesgo de una gestión negligente sigue creciendo, el presidente está centrado en seguir reduciendo masa salarial para dar cabida este verano en la plantilla, si es posible, a Erling Haaland. El acuerdo con Spotify será un impulso económico para que la operación cuaje, pero ahora, más que nunca, a Laporta le toca tener cabeza y meditar profundamente cada decisión. El noruego es uno de esos jugadores que aparecen cada diez o veinte años y, aún así, no hay que caer en la locura absoluta. En juego está el futuro del club con más seguidores del planeta.