Desde que ha vuelto a la presidencia del FC Barcelona, son muchas las noticias desalentadoras que se han producido en el club. Joan Laporta todavía no ha demostrado ser el dirigente ambicioso y ganador que rescató al Barça de una pesada crisis institucional y deportiva en 2003. Regresó el 7 de marzo con un "lo volveremos a hacer" por bandera, pero por el momento ha quedado todo en palabras mojadas, sin sustento fáctico. Esta noche, su equipo se juega seguir vivo en la Champions League en el último partido de la fase de grupos, una rutina que no se rompía desde que en el curso 2002-2003 el equipo se clasificó para jugar la UEFA. La temporada siguiente, la primera de Ronaldinho, fue la última en que el Barça no disputó los octavos de final de la Liga de Campeones.
Laporta, con Sandro Rosell de vicepresidente deportivo y Ferran Soriano de vicepresidente económico, compuso una junta directiva muy competitiva y sacó al FC Barcelona de los infiernos. Aunque posteriormente se quebraron muchas relaciones y se generaron profundas heridas de enemistad, el abogado tuvo el liderazgo que el club exigía para salir a flote. A lo largo de dos mandatos algo convulsos, Laporta recuperó la estabilidad deportiva y logró el honor de ser el único de los últimos cinco presidentes del club --Núñez, Gaspart, Rosell y Bartomeu-- que se marchó sin presentar la dimisión.
Ambiciosa improvisación
Ese espíritu combativo que tenía el Laporta de antes cuesta de intuir en la actualidad. La constante improvisación de su campaña electoral se está viendo reflejada en una gestión que, de momento, no mejora el legado de Josep María Bartomeu. De hecho, las pocas buenas noticias que se recogen esta temporada --Balón de Oro de Alexia Putellas, premio Kopa para Pedri, la irrupción de los canteranos-- son herencia del presidente anterior. Como también lo eran el entrenador, Ronald Koeman, y el secretario técnico, Ramon Planes. Ahora ya no están en el club pero han aguantado unos cuantos meses porque el nuevo presidente no tenía a nadie para esos cargos.
Koeman y Messi, abatidos tras una derrota / EFE
Laporta se presentó a las elecciones con lo puesto. Su carisma suplió la falta de planificación que normalmente se exigiría a cualquier presidenciable, pero el club ahora está pagando una toma de decisiones demasiado tardía y supeditada a condicionantes económicos que también se tuvieron que solventar a última hora, como el aval. En los círculos del presidente se asegura que las presiones de Ferran Reverter y José Elías fueron clave para la no continuidad de Leo Messi, el primer examen suspendido por Laporta en esta nueva etapa. Dicen desde su entorno que "el padre de Messi exigía una prima de fichaje y que el club presentó dos propuestas de contrato, una a dos años y otra ficticia a cinco años, que ambas fueron tumbadas por la Liga". Una Liga presidida por Javier Tebas, quien no se cansa de decir que quería que Messi siguiera y que era posible.
¿Dirigir el Barça como una empresa?
Entre los allegados al presidente, y amigos suyos que también reniegan de su nueva gestión, se sostiene que otras decisiones deportivas han estado condicionadas a la presión de esos avalistas que desaparecerán del club en enero de 2022, Jaume Roures y el propio Elías. Aseguran que sin el aval será más fácil tomar decisiones deportivas porque "el Barça no se puede dirigir como una empresa". Una sentencia peligrosa que también le hizo Messi a Javier Faus en diciembre de 2013. El tiempo ha demostrado que el entonces vicepresidente económico tenía razón con el control de la masa salarial, que se perdió en cuanto salió del club en 2015 y es ahora el principal motivo que explica la precaria situación del Barça.
Xavi Hernández, al mando de un reciente entrenamiento del Barça / FCB
La falta de previsión de Laporta está pasando factura en lo deportivo porque ni siquiera tenía entrenador. Primero confió en el de Bartomeu y luego en el de Víctor Font. El presidente ofreció su apoyo a Koeman en marzo, al ganar las elecciones, y le ayudó a levantar una Copa del Rey. En ese momento no quiso ratificar al técnico holandés, que perdió la confianza en el presidente y se empezaron a distanciar. Precisamente en esa etapa final, el Barça perdió la Liga porque Koeman empezó a sentirse debilitado y no logró mantener al equipo de su lado. Una situación agónica que se alargó incomprensiblemente y que llevó a diseñar una plantilla con un secretario técnico y un entrenador que ya no están. Ahora, Xavi, que llegó previo pago de una cláusula que se podría haber ahorrado en verano, paga los platos rotos de esa mala gestión y se encuentra con el mismo problema: es incapaz de hacer que sus futbolistas marquen goles y resuelvan partidos después de haber quedado la plantilla sin los principales delanteros.
Noche decisiva
Este cúmulo de despropósitos nos lleva a la decisiva noche del 8 de diciembre, donde el Barça se juega el todo o nada en la Champions frente a su verdugo más sanguinario de los últimos años. El Bayern, que acumula un abultado balance de 2-11 contra el Barça en los dos últimos partidos (el 2-8 de Lisboa y el 0-3 del Camp Nou), espera a los jóvenes y veteranos pupilos de Xavi en el Allianz Arena. No queda otra que ganar en un campo de donde el Barça nunca jamás se ha llevado la victoria. Si los azugranas no vencen y el Benfica gana al Dinamo de Kiev, Laporta habrá suspendido su segundo gran examen desde que volvió a la presidencia: dejar al Barça sin Champions a las primeras de cambio.