Fácilmente, como resultado de la enorme trascendencia en el mundo entero de la actualidad azulgrana, la opinión pública puede llegar a pensar que sólo el FC Barcelona sufre las consecuencias de la COVID para inscribir nuevos jugadores. Es el tema que ha removido océanos mediáticos este verano cuando, finalmente, Joan Laporta dejó fuera a Messi en el último segundo de la inscripción con argumentos que daban la sensación de haber encontrado obstáculos insalvables de última hora. La verdad, sin embargo, es que la redefinición de ‘plantilla inscribible’ por parte de la Liga de Fútbol Profesional, con los mismos criterios aplicables a la temporada 2021-22 ya fueron elaborados y fijados para la temporada 2020-21 una vez admitida la enorme crisis provocada en el fútbol por la pandemia y ante la perspectiva de estadios cerrados, o casi, la siguiente temporada.
Joan Laporta en la rueda de prensa anunciando el adiós de Messi / EFE
Para esas vísperas de la anterior temporada, la LFP preparó las fórmulas en vigor desde hace un más de un año sobre el reconocimiento de que “la mayor parte de equipos de Primera y Segunda están por lo tanto en incumplimiento del límite para la 20/21, hecho que implica la no inscripción de jugadores fichados”.
Efecto pandemia desde la 2020-21
Lo razonaba en sus circulares explicando que “en una temporada normal, con la tendencia creciente de ingresos que ha tenido el sector, los clubs reciben autorización de la LFP para un límite superior al total de la masa salarial que tiene prevista por aquel año, por lo tanto, no tiene ningún límite para inscribir nuevos fichajes. Para la temporada 2020/21, debido a los efectos de la pandemia, los clubs tienen que hacer frente a dos factores que hacen reducir el límite de masa salarial inscribible en base a dos reglas. Una, reducir la masa salarial con el total de pérdidas del ejercicio anterior. Dos, específicamente, para 2020-21 se obliga a reducir drásticamente los ingresos de explotación de instalaciones (-45% respeto el año pasado), así como a suponer que el total de beneficios por traspasos será cero, entre otras medidas”.
El Camp Nou vacío en una imagen de archivo / EFE
Imposible, por tanto, que ni la directiva de Joan Laporta ni su equipo de ejecutivos recurrieran a esa apariencia de ‘problemas de última hora’ ni a la herencia de Josep Maria Bartomeu cuando la normativa ya se venía aplicando desde un año antes. También las soluciones, reconociendo la LFP en su norma dos procedimientos específicos para inscribir jugadores a pesar de estar en incumplimiento, por un lado recurrir a futbolistas de las categorías inferiores y por otro inscribir fichajes externos siempre y cuando el coste de estos fichajes no suponga más de un 25% de los ahorros de jugadores que se han vendido (entendiendo ahorro como el total de masa salarial ahorrado por la marcha del jugador más el beneficio del traspaso).
Aun así, la LFP aceptó y sigue aceptando ampliar este límite a medida que se confirmen los beneficios reales por ventas de jugadores, o sea con beneficio, no con precio de venta positivo, descontando las amortizaciones pendientes.
Javier Tebas en una imagen de archivo / La Liga
La LFP, tanto en 2020-21 como para la 2021-22 solicitó previamente, en mayo, un presupuesto provisional a partir del cual se estableció el límite de cada equipo para gastar en masa salarial inscribible.
En este punto es donde, posteriormente, empiezan los bailes de cifras con los que Laporta ha venido jugando y enredando. La cuestión clave era que, en ese primer cálculo, Leo Messi no formaba parte de la ‘plantilla inscribible’ si se renovaba porque ya estaba incluido en la masa salarial del club.
Al no renovarlo, pretendidamente, antes del 30 de junio la afectación de la reentrada de Leo como nuevo futbolista obligaba a realizar un desembolso imposible al mismo tiempo que, mientras no fuera inscrito, liberaba una ingente masa salarial respecto a la 2019-20, en la que el peso de Leo en bruto era de casi 150 millones de euros con variables.
Leo Messi en una imagen de archivo / EP
No hubo problemas, sino soluciones de última hora
Se ha de entender, por tanto, que el plan nunca fue renovar a Messi sino estirar el culebrón y, al final, echarle toda la culpa a la negativa de la LFP a flexibilizar su inscripción. No sólo la LFP no podía saltarse la normativa en vigor desde los orígenes de la pandemia. El Barça cometió el desliz, o el truco preventivo de no renovarlo antes del 30 de junio buscando esa negativa e intransigencia de la LFP. Por otro lado, se encontró además con el inesperado inconveniente de que Javier Tebas le ofrecía una solución vía el pacto con CVC, suficiente para inscribir a Messi y al resto siempre y cuando fuera verdad que cobraba 40 millones brutos por temporada.
Como todo el montaje encubría un salario real de 200 millones por dos temporadas y el contrato por cinco años no colaba fue cuando Joan Laporta, atrapado en su propio montaje, no tuvo más remedio que precipitar las cosas. La puntilla se la dio Florentino Pérez cuando le prohibió al presidente del FC Barcelona aceptar esos 270 millones de cash de la LFP.
Joan Laporta durante una rueda de prensa / EFE
El envenenado ofrecimiento de Javier Tebas permitió a la LFP adelantarse hábilmente a la jugada de Laporta y evitar aparecer como la responsable del adiós de Messi a la Liga. Laporta jugó tanto con fuego que, reconocido por su entorno y confirmado por Tebas, había llegado a celebrar el acuerdo con CVC induciendo a su equipo de ejecutivos y a los abogados de Leo a redactar unos contratos que nunca habrían llegado a firmarse.
Los Messi, aunque conocían la normativa, sabían que Laporta era capaz de un ejercicio de trilerismo y verdaderamente llegaron a creerse el cuento de la LFP. Vieron el falso final del túnel demasiado tarde. Debieron darse cuenta, cuando no renovaron antes del 30 de junio, que había gato encerrado. Ignoraron adrede que, ciertamente, lo que tocaba era una rebaja de verdad y un acto de compromiso real con el FC Barcelona, algo que Víctor Font y sobre todo Toni Freixa, los otros candidatos, habían planteado como única solución para su continuidad, seguir por 15 o 20 millones y, sobre su gesto, aplicar una rebaja de ‘manada’ que ahora también es imposible.
¿Quién se cree nada dentro del vestuario? Menos aun cuando las sinergias de los intereses personales del presidente y de Gerard Piqué empiezan a dar que hablar y ser sospechosos acabar siendo sólo trucos de magia como los que condujeron a la apariencia de que la renovación de Messi estaba atada y bien atada.