El FC Barcelona cierra la Liga con unas sensaciones muy malas y con pocas esperanzas de cara a la Champions. El propio Leo Messi admitió tras la derrota contra el Osasuna que habían sido un equipo muy débil y que “si queremos las Champions vamos a tener que cambiar muchísimo porque si no el partido de Nápoles lo vamos a perder también”. Asimismo exigió una autocrítica global y eso pasa, también, por las decisiones que se toman en los despachos, tanto en la junta directiva como, especialmente, en la secretaría técnica.
A lo largo de toda la temporada, y ya en años anteriores, se han tomado decisiones que han ido debilitando la plantilla. En verano el club hizo una importante inversión por Griezmann, un gran jugador pero que ya generaba dudas sobre cuál sería su encaje en el juego. A falta de los escasos partidos que quedan por disputar, hemos visto muy pocos minutos en que el francés se haya sentido bien con sus compañeros. Seguramente, el encuentro frente al Villarreal sea una de las pocas excepciones.
Un mercado de invierno desastroso
La primera parte de la temporada del Barça ya no fue demasiado buena. Esta circunstancia, junto a la situación económica, obligó a hacer algunos movimientos. De este modo se empezó por la venta de Carles Pérez y Abel Ruiz; dos jugadores que habían demostrado un buen rendimiento en el filial y que podían ser un buen complemento para la plantilla del primer equipo.
Estas ventas forzaron que el Barça tuviera que buscar un delantero que sustituyera a un Luis Suárez lesionado por cinco meses. De este modo el club fue a buscar a Rodrigo y Willian José, pero no pudieron llegar a las pretensiones económicas de Valencia y Real Sociedad.
De este modo, tras la lesión de Dembelé los azulgranas fueron desesperados a convencer a otro delantero cuando ya se había cerrado el mercado de invierno. Finalmente Braithwaite llegó tras un casting en el que también estaba Ángel, del Getafe. Toda la gestión, sin embargo, demostró la poca planificación de la secretaría técnica.
Por otro lado la destitución de Valverde también fue un desbarajuste. El club lo echó sin tener un recambio y durante unos días contactaron con varios entrenadores para intentar acabar contratando a uno de ellos: Xavi, Koeman y, supuestamente, Pochettino. Finalmente, llegó Setién – el cual parecía una opción firme para dar continuidad al cruyffismo – pero el equipo ha dado muestras de agotamiento en este segundo tramo de temporada.
La poca valentía para vender
Desde la derrota de Liverpool, en el entorno azulgrana ya se planteó la necesidad de hacer una revolución en la plantilla. Nombres como Suárez, Rakitic, Arturo Vidal o Umtiti eran objeto de posible salida. Sin embargo, la dirección deportiva fue poco atrevida y mantuvo una dinámica que ha conducido al equipo al desastre.
Para este verano sí que se esperan más cambios, aunque habrá que ver hasta qué punto se hace una apuesta valiente o si se intenta mantener el gran bloque y las ventas se limitan a jugadores complementarios.