La sede de la Supercopa de España que se disputarán Barcelona, Atlético de Madrid, Valencia y Real Madrid, sigue trayendo cola. En este mundo no todo vale y el hecho de tener que disputar una competición nacional lejos de casa ya supone un problema para muchos. Un inconveniente que se agrava si tenemos en cuenta que el país que acogerá el torneo es Arabia Saudí.
Más allá de que el desplazamiento para los aficionados de los cuatro equipos que conforman la Supercopa se antoje complicado, no podemos obviar los problemas sociales que se viven actualmente en dicho territorio. Arabia Saudí lleva más de cuatro año inmersa en un conflicto con Yemen, y desde donde a diario se bombardea al enemigo, que suma ya más de 100.000 fallecidos.
Una decisión que casi todos rechazan
Los derechos humanos en Arabia brillan por su ausencia. Es una de las naciones con más ejecuciones a su cargo y todo aquel que luche contra el sistema aunque de una manera democrática, es encarcelado o asesinado. Las mujeres carecen de voz y voto, viviendo bajo la supervisión constante de un hombre que les acredite a realizar cualquier tipo de actividad. Por todo ello, celebrar cualquier acto en una región con ideas tan retrógradas es poco menos que una aberración.
La sede de la Supercopa había estado en entredicho desde que se diera a conocer y en el aire quedaba la posibilidad de que el escenario fuera finalmente otro. Pero no ha sido así. Amnistía Internacional se puso en contacto con Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Fútbol, a través de un escrito en el que se le pedía un cambio de localización para la Supercopa de España. Pero Rubiales hizo caso omiso y continuó adelante con sus planes.
El precio de la codicia
Amnistía insiste en que no se puede hacer propaganda de un país que viola los derechos básicos de sus ciudadanos y en cuya sociedad la mujer es poco menos que papel pintado. Pero de nada ha servido la intervención de dicha asociación. Rubiales, quien en su día afirmó que el rol de la mujer era un pilar fundamental dentro de la RFEF, ha ignorado por completo las reclamaciones que se le han hecho llegar ante tal tesitura.
Lo cruda realidad es que la Supercopa terminará por jugarse en Arabia Saudí pese a las críticas publicadas en todos los medios de comunicación. La Federación se adjudicará el 30% de las ganancias que se recauden con la celebración de dicho campeonato y es una oferta demasiado suculenta como para rechazarla. El poder del dinero vuelve dejar en la estacada a quienes luchan por una sociedad mejor en la que todas las personas gocen de los mismos privilegios.