No habrá despidos precipitados ni decisiones en caliente. Ese es el veredicto final de Josep Maria Bartomeu y su junta directiva –pese a los contrarios que se sientan cerca del presidente— y que dará una nueva oportunidad a Ernesto Valverde al mando del equipo y a Pep Segura en la dirección deportiva.
Así se decidió la semana pasada entre los miembros de la junta directiva tras horas de incertidumbre, filtraciones a la prensa, y discusiones de tono elevado entre los afines y contrarios a Valverde. El veredicto final abogó por la calma y la sangre fría para ver con clarividencia una situación límite que demanda cambios que sucederán en el vestuario. Una decisión que cierra la puerta al ‘sálvese quien pueda’ y que lideró Bartomeu.
La división de opiniones fue una obviedad que preocupa al presidente, pero que al final pudo imponer su criterio como líder de la junta directiva. Un liderazgo que en ocasiones se vio comprometido por las filtraciones a la prensa contrarias al pensamiento del mandatario azulgrana.
El toque de atención
Ratificado Valverde de forma oficial y con todas las miradas centradas en Pep Segura, quien todavía está en la cuerda floja, la junta directiva se reunió para comer de forma no oficial en un restaurante de Barcelona. Asistió la totalidad de los directivos y Bartomeu repitió el discurso.
Bartomeu y Valverde en un acto público del Barça / EFE
Reconoció que el final de temporada es decepcionante. Un batacazo en toda regla y un jarro de agua fría para todas las esferas del club, pero a su vez se atrevió a señalar de nuevo a los responsables. Ya en el regreso de Liverpool, tras la eliminación europea, Bartomeu lo tenía claro: la culpa no es de Valverde. Se lo comentó a varios hombres de confianza en el charter que les devolvió a la capital catalana y señaló a los jugadores: "Algunos piden y cobran demasiado".
El presidente se ha convertido en el primer defensor de Valverde pese a que la apuesta futbolística no sea la más atractiva desde hace una década en el Camp Nou y las dos eliminaciones europeas, a cual más vergonzosa, pesen como una losa en el currículum del Txingurri. La confianza sigue intacta a ojos del presidente, excepto para gran parte de la afición y algunos de sus hombres más cercanos, pero su veredicto da vida a sus principales detractores que esperan las elecciones con ansia.
Los riesgos
Bartomeu no podrá presentarse por segunda vez a la presidencia del club catalán y temen que esta decisión sea un obstáculo para el candidato continuista a su gestión. Pero tiene claro algo: algunos enemigos están en casa. Bartomeu tiene la mosca detrás de la oreja y por eso convocó a su junta directiva para comer tras confirmar la continudiad del extremeño.
Exigió silencio, respeto y evitar las filtraciones, especialmente aquellas que dañaban la imagen de la entidad y de su figura como presidente. Según fuentes cercanas al presidente, tiene localizados a dos topos que habrían sido quienes habrían dado al extremeño por despedido. Actitudes que no gustan y que esconden otras intenciones a las espaldas del presidente.
Calsamiglia hablando con Bartomeu en la última asamblea de socios / EFE
Ahora, al menos oficialmente, todos creen que la decisión es acertada. Lo que ha quedado claro es que se debe poner fin a las filtraciones como la que llevó a Jordi Basté a sentenciar a Valverde. Es una apuesta arriesgada y que pone en jaque su gestión y liderazgo al mando del club catalán, pero es la definitiva.
La inversión
Lo que está claro es que para que Valverde puede enmendar sus errores habrá que dotarle de herramientas. Necesita jugadores ambiciosos y con ganas de llevar al Barça a lo más alto. Recuperar el estilo apunta a ser una de las prioridades y las señas son claras. El fichaje de Frenkie De Jong es una de ellas, pero quedan muchas demarcaciones por suplir y mejorar. La inversión este verano podría superar los 300 millones de euros y la secretaría técnica está en el punto de mira. Esa es la otra decisión arriesgada de Barto. De momento, Pep Segura mantiene el cargo, pero todavía no está a salvo.