Extraño visto su currículum, pero cierto. Joan Laporta confió en Joan Oliver y su proyecto económico y deportivo al frente del Reus. Se convirtió en su socio a través de la compañía Core Store SL en 2013, después de que ambos abandonaran el Barça en 2010, pero las cosas se torcieron.
Se cansó de financiar al ya expropietario del Reus vista su anarquía empresarial y, ahora, el expresidente del azulgrana está sometido a una deuda millonaria que deberá abonar pese a la venta del club a un fondo de inversión norteamericano.
Tal y como apuntó Culemanía tras consultar a fuentes cercanas a Laporta, el abogado cerró su chequera cuando, tras invertir 1,5 millones de euros en el club, la rentabilidad era nula y Oliver se había cerrado en banda para escuchar a sus principales socios e inversores.
“Laporta apostó por el proyecto dada la amistad que forjó con Oliver en el Barça, pero estuvo mal asesorado en aquel momento y ahora se ha dado cuenta”, explican las fuentes consultadas. Una amistad que, aseguran, está totalmente “rota”.
Sin amigos y sin apoyos
Con un final como el del Reus, expulsado del fútbol profesional y condenado al pago de 250.000 euros como sanción administrativa –sin contar los pagos que deberán afrontar a título personal los implicados– la relación entre Oliver y Laporta ha llegado a su fin.
“Laporta considera que ha sido traicionado. Está muy tocado, pese a los esfuerzos que ha hecho, no quiere saber nada de Oliver, se han visto en distintas ocasiones y han sido encuentros muy tensos, por decirlo de alguna manera”, explican a Culemanía testigos presenciales de ello.
Y es que algunos movimientos en el club avalan la implicación del expresidente del Barça. La amistad de Laporta con Jorge Mendes, conocido por ser el representante de Cristiano Ronaldo y José Mourinho, permitió a la entidad rojinegra inscribir a jugadores de gran talento que dieron un salto de calidad a la plantilla. Una plantilla que en apenas tres años llegó a Segunda A, pero que por la mala gestión de Oliver cayó en picado con la marcha de estos futbolistas.
No aprendió la lección
La pregunta que se hace el entorno de Laporta es: ¿cómo pudo confiar en un hombre que dejó una deuda de 56 millones de euros en el Barça? Algo que se suma a sus antecedentes, más que reprobables, al mando de TV3.
Una foto de Joan Oliver en las primeras emisiones del 324 / CCMA
Joan Oliver, licenciado en Historia, estuvo al mando de dos de las instituciones más importantes de Cataluña: la televisión pública catalana y el FC Barcelona. Un currículum envidiable que solo ha acabado por manchar su nombre por su falta de competencia para dichos cargos.
Su nombre empezó a ser notorio cuando estuvo al mando, como director y presentador, del programa matinal Bon dia, Catalunya. Una trayectoria que le llevó en 2002 a la presidencia de TV3.
Sin el consenso total
El Consejo de Administración de la radio y televisión catalana aprobó su nombramiento con los votos de CiU, ERC y PP, pese a la oposición del PSC. Una opción que algunos calificaron de “nefasta” y a quienes el tiempo acabó dando la razón.
Duró dos años en el cargo y acabó con varias causas abiertas, la más sonada, el cobro de una indemnización equivalente a 12 años trabajados y no a los dos años pertenecientes a su cargo de directivo tras ser cesado. Salió por la puerta de atrás para volver a sus negocios personales hasta que en 2007, Joan Laporta le reclutó para formar parte de la directiva del Barça como director general del club.
Joan Laporta y Joan Oliver cuando estaban al frente del Barça / EFE
Un cargo que le dotó de un poder sin control pero que también le llevó ante la justicia. En el Barça no se olvida su gestión. Fue la época dorada del club a nivel deportivo, pero las cuentas no cuadraron. Dejó el cargo con 56 millones de euros de déficit y cargó al club distintas facturas ajenas a las operaciones deportivas.
Un empresario de artes oscuras
En concreto, 300.000 euros que atribuyó a las cuentas de la entidad azulgrana por espiar a cuatro vicepresidentes del club que más tarde tuvo que abonar de su bolsillo para evitar los juzgados. De hecho, abonó las facturas y el asunto se zanjó, tras siete años como investigado. El Barça retiró la acusación al reconocer que la entidad azulgrana no sufrió ningún perjuicio patrimonial.
Unos espionajes que Oliver alegó para “evitar fugas” de información confidencial porque consideraba que alguien dentro del club pasaba información altamente sensible a los medios.
Misma estrategia
Mientras el Reus se derrumbaba, así como las cuentas de sus socios, Oliver prometió tener un comprador. Una estrategia similar a la que utilizó junto a Joan Laporta cuando se presentó como mano derecha del abogado en 2015. Por aquel entonces una de sus bazas electorales fue un contrato millonario que no se podía desvelar hasta que Laporta saliera ganador. Algo que no ocurrió.
Intereses en común y proyectos empresariales que 12 años después llegan a su fin. Laporta cierra la puerta, de su dinero y de su amistad a Oliver, que cada vez está más solo.