Vivimos tiempos de reacción. Las conquistas sociales logradas a fuego y sangre durante el siglo pasado están siendo desmanteladas por la falta de lucha y conciencia de clase. Las débiles democracias occidentales languidecen ante el empuje de la oligarquía. El monstruo fascista ha vuelto, si es que alguna vez se fue. Y el mundo del fútbol no es ajeno al nuevo orden mundial.
Los grandes clubes del fútbol europeo amenazan la concordia de la UEFA. La oligarquía, con Barça y Real Madrid a la cabeza, no quiere que se reparta el pastel. Esta es la realidad que subyace en el conflicto que lleva años enfrentando a los clubes más ricos con los menos ricos. Porque los pobres, lo que se dice pobres, ni siquiera forman parte de este juego.
Los documentos desvelados por Football Leaks explican con todo lujo de detalles las intrigas de los grandes clubes para acabar con la UEFA y crear su propia liga privada. Los denominados Big Four (Bayern, Juventus, Barça y Real Madrid) chantajearon al máximo organismo del fútbol europeo para repartirse el botín a su antojo. No es una cuestión deportiva, ni siquiera en vistas al espectáculo, es una cuestión puramente lucrativa.
El acuerdo de la verguenza
El último acuerdo de la UEFA y los clubes se firmó en agosto de 2016. Los documentos revelan una maraña de intereses en busca del mejor negocio. Los grandes clubes impusieron sus condiciones. España, Italia, Inglaterra y Alemania se aseguraron cuatro plazas para la Champions. Francia recibía dos y una tercera opcional.
El reparto de premios también cambió. Todo se hizo a espaldas de la Asociación Europea de clubes (ECA). Pese al esfuerzo de la UEFA por igualar la competición y ofrecer más oportunidades a todos los equipos, todos los pasos se dieron en sentido contrario. Barça, Madrid, Juve y Bayern forzaron a la UEFA a cambiar el reparto de la Champions, de 2.200 millones a 3.200.
Los Big Four aún intentaron que la competición se redujese a 24 equipos, con 16 clasificados automáticamente, pero la UEFA se mantuvo firme en este punto. Los méritos deportivos siguen siendo los que determinan quién juega la Champions. Al menos de momento.
Una foto de archivo del sorteo de Champions League / EFE
Sin embargo, tal y como reconoció el secretario general del Bayern en un correo filtrado, el nuevo reparto de premios había conseguido reducir “el mecanismo de solidaridad al mínimo”. Las Ligas nacionales y los clubes pequeños reciben la parte más pequeña del pastel. Las migajas.
Con el actual acuerdo, los equipos que disputan la Europa League ingresan 60 millones por año, las Ligas nacionales menos de 20, mientras que los clubes que juegan la Champions acaparan 150 millones más los ingresos de los derechos de televisión. De este modo las diferencias entre unos y otros no hace sino agrandarse.
La unión hace la fuerza
Los clubes más modestos salen claramente perjudicados. La UEFA y la ECA han claudicado ante la tiranía de los grandes. Pero la resistencia aún está a tiempo de organizarse. Christer Olsson, presidente del sindicato que agrupa a las 28 Ligas del fútbol europeo (EPFL), hace un llamamiento a la resistencia ante “la presión e intimidación de los grandes clubes para imponer sus reformas”.