Así definió Joan Laporta a Jordi Cruyff durante su presentación como nuevo asesor del área de fútbol del Barça: "Un hombre de mundo". Creo que tiene cierta importancia el momento en que lo hizo, porque fue la rúbrica al glosario de países donde el hijo del inmortal Johan ha desarrollado hasta ahora su carrera como entrenador o director deportivo: "China, Israel, Ecuador...". Justo ahí se produjo el clic, la breve pausa incómoda en la que Jan se dio cuenta de que no estaba presentando precisamente el currículo de un gestor 'top' del fútbol europeo. De ahí, el estrambote final para ponerle un lacito más acharolado: "Doncs... un home de món". 

En el fondo, y sin ser en absoluto culpa suya ni de quien lo contrata, Jordi Cruyff representa todo lo que no va bien en el Barça. Lleva el apellido más evocador que uno pueda imaginar, pero al contrario que su padre, uno de los grandes innovadores del fútbol y el hombre cuya voluntad de hierro terminó de convertir el boceto de Rinus Michels en la plantilla de juego que hizo realidad los sueños del barcelonismo, no es un agitador sino un diplomático. Su imagen pública ha sido siempre tan seria y ponderada que a su lado Butragueño parece Jim Carrey con dos copas de más. Jordi se moja tan poco que ni siquiera dio su apoyo explícito y personal a la candidatura del nuevo presidente azulgrana, sino que lo hizo como heredero: "Mi padre votaría a Laporta".

No sorprende, por tanto, que sus columnas sobre fútbol hayan sido igualmente pulcras y desnatadas. Aunque ahí, astuto lector, debe valorarse que al menos las escribiera él. Como editor de opinión que fui muchos años en prensa deportiva nacional, podría contarle a usted anécdotas sobre exjugadores, entrenadores y tertulianos habituales de las tabletas, libretas, carpetas de España que no es que no se las escriban, es que los llamas por teléfono y al ruego "por favor, para esta semana me tienes que enviar unas 500 palabras" te contestan "pon ahí que el Madrid defiende muy mal y que la selección tendría que jugar en Cataluña este año y ya lo adornas tú como veas, máquina". Y casi mejor, porque a veces se trata de expertos en fútbol internacional que dan para hacer un once ideal europeo de jugadores cuyos nombres no saben escribir sin que les baile una letra. O cuatro.

Al menos, del hombre tranquilo del nuevo Laportismo se puede decir que es honesto. Y desde luego eso le ha ayudado a que hayamos asumido como natural su más clara y escandalosa función: ser el futuro relevo de Koeman en el banquillo si la temporada comienza a descabalgar. Como no tenía bastante el pobre Ronald con tragarse entre dos rebanadas de pan los 15 días que le pidió el presidente para buscar a otro mejor, ahora además tiene ahí a quien le recuerde que es un entrenador en funciones y a la mínima lo ponen en la calle. Eso sí, para reemplazarlo por un personaje intachable: canterano culé, con el mejor apellido posible, experimentado, que se viste por los pies, amigo de sus amigos y cualquier otro lugar común o nadería que tenga usted a bien añadir aquí.

Y bueno, si ahora es un hombre de mundo, imaginen cuando lleve cuatro meses haciendo no se sabe muy bien qué en el Barcelona.

P.D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana