Pues no, ganar en San Mamés no es moco de pavo. Y sumar los tres puntos en dos partidos seguidos fuera de casa, aunque sea con público de papel maché y por el birlibirloque del calendario de partidos aplazados, tiene mucho mérito para un Barça que no renuncia a su ideal ofensivo pero al que le basta un soplido para volverse un equipo deslavazado, tembloroso.
El duelo ante el Athletic rescató cierta electricidad perdida en los azulgranas, absolutamente necesaria para remontar un encuentro y para galvanizar la sonrisa de Messi. Y aún más, presentó a ojos del barcelonismo una idea de once que podría consolidarse como el más adecuado a las necesidades y problemas actuales del equipo. No solamente en cuanto a variante del sistema, sino en lo que respecta a nombres.
En esa búsqueda excruciante, de la que se cumplen ya meses, Ronald Koeman parece dispuesto a consolidar el 4-3-3 para los momentos de más empaque. Las claves para que la propuesta funcione son varias. Casi todas las vimos en verde ayer, y casi todas están conectadas en dos grados de separación o menos con Dembéle.
El Mosquito no solo aporta peligro, desborde y cambio de ritmo, sino que abre espacios para la incorporación en carrera (detalle importante) de ambos laterales, multiplica las opciones de último pase para Pedri y De Jong y sus conducciones en ambos sentidos de la frontal hacen bascular a la defensa rival. Supongo que ya lo saben, pero si a alguien le gusta pillar a una línea defensiva con el pie cambiado es a un muchacho que lleva el 10 a la espalda.
A partir de Ousmane encaja todo mejor, incluidos un Pedri que ya no tiene a un competidor seis peldaños salariales (porque en lo futbolístico no sube ninguno) por encima de él y un Griezmann que empieza a aceptar que en este Barça será el '9' o no será. Teniendo en cuenta que Araújo es un digno sustituto de Piqué, si no en cuanto a calidad sí en cuanto a arrojo y prestancia defensiva, el cóctel sale más parecido a un rebujito que a una sangría cabezona: menos años, menos kilos de presión y más gasolina en las piernas para un equipo que, a falta de esa ligereza, se siente acabado y decadente.
En mi opinión, solo faltó un ingrediente. Y, como de costumbre, está en la línea más importante para cualquier versión del Barça: la cocina del mediocampo. Ahí, De Jong es la clave. Koeman no puede tardar ni un minuto más en darle las llaves de la posición de Busquets y colocar a Pjanic, al propio Sergio y a Sergi Roberto cuando esté a alternarse como falsos interiores en un continuo vals con Pedri.
Solo así logrará el Barça que su mediocentro acuda a tiempo al corte tras pérdida para que no le caigan goles evitables como el de Williams ayer. Porque Busquets, seguramente el mejor futbolista posicional que ha habido en el mundo, ya no llega. Y De Jong, aparte de aparecer en ataque casi tan decisivamente como ya hizo ante el Huesca, llega a todas, las suyas y las del otro.
Koeman no podrá decir que es nadie, ni para el fútbol mundial en general ni para el holandés en particular, si no es capaz de cruzar la frontera de colocar a la exestrella del Ajax en la posición más importante del Barcelona. Si él no lo hace, ¿quién lo hará? No puede ser peor que ponerlo de central.
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