Lamine felicita a Raphinha por su gol al Villarreal

Lamine felicita a Raphinha por su gol al Villarreal EFE

Juanito Blaugrana, un Culé en La Castellana

Muy repartido

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El Barça solventó su último partido de 2025, año futurista donde los haya, con una victoria en La Cerámica, engendro arquitectónico muy propio de una distopía cyberpunk pero en el que, por otra parte, se despacha con regularidad bastante buen fútbol. El partido fue tenso y afilado como una cuerda de piano hasta que, presa de la excitación por enfrentarse al mejor regateador del planeta, Renato Veiga le picó el billete a Lamine Yamal con temerario ímpetu. Alberola Rojas, quien al parecer es primo hermano de Negreira por parte de padre o algo así, no alcanzo ya a seguir lo que inventan los majaderos estos, lo mandó al vestuario a observar el rostro de su fracaso en el reflejo deformado de los azulejos de Porcelanosa.

Como la cosa iba ya 0-1, fruto de un penalti claro a Raphinha transformado por él mismo, y los defensas del Barça redujeron drásticamente el número de errores que habían cometido en la primera media hora de encuentro, a los del plañidero Marcelino, permanente viuda enlutada del fútbol, se les hizo la sobremesa larga como un velatorio. Como no estaba Pedri disponible, el siempre ortodoxo Flick tuvo la prudencia de alinear desde el principio a Ferran, Rapha y Fermín, la Santísima Trinidad de la presión tras pérdida. En buena parte gracias a eso los azulgranas compensaron un poco los dislates del incomprensible De Jong, el único capitán de la historia del Barça que juega el 95% del tiempo como si lo hiciera en otro equipo. Y también lograron liberar a Lamine para que, una vez recuperado del tarantantán en el tobillo, diera frescura a un ataque que no fue precisamente brillante en las zonas de remate.

Irónicamente, no hubo ejemplo más palmario de esta inoperancia que el segundo gol del Barça, un grotesco carrusel de pases a la nada y remates paralímpicos que solo acabó en el fondo de la red amarilla porque Lamine, siempre muy dotado para el pensamiento lateral, comprendió de pronto que, como al fútbol once no daban una dentro del área, era mejor intentar una jugada de fútbol sala. A partir de ahí se pudo dar el asunto por finiquitado, con la salvedad de un par de paradas felinas de Joan García, quien tiene la estupenda costumbre de acabar los partidos con la portería a cero.

Pese a las siempre razonables dudas de Diego Torres acerca de su desempeño como blaugrana, el fichaje de Joan se está confirmando como justo lo que le hacía falta a un Barcelona que cerrará su año natural con más goles sin Leo Messi en la plantilla. Premio despachado en su totalidad en la administración de Hans Dieter Flick y muy repartido entre futbolistas como Lewandowski y los propios Ferran y Raphinha, que ya ha servido para tapar agujeros en la vitrina de trofeos y lo que te rondaré, dunkelhaarig. Pero no sufra usted, amigo madridista: lo importante es tener salud. 

P. D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana