Pedri evade la marca de Ander Guevara en el Barça-Alavés

Pedri evade la marca de Ander Guevara en el Barça-Alavés EFE

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El motorcillo de Pedri

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No quisiera desmerecer el rendimiento estratosférico de Lamine Yamal, quien no solo es un manantial de fútbol ofensivo cuando está sobre el campo sino también un profundo vector de desertización azulgrana si causa baja. Tampoco el estruendoso despertar de los espíritus de Rivaldo, Garrincha y Neymar en el cuerpo de Raphinha, quien acapara casi todos los MVP del partido que no acaban entre los tiernos dedos del propio Lamine. Pero hoy, con el Barça un poco menos defenestrado que anteayer en la Liga, quiero detenerme en un jugador cuya importancia para este equipo era una promesa aplazada que el bienaventurado Hansi Flick ha ayudado decisivamente a cumplir sin más dilaciones.

Era difícil saber si un futbolista como Pedri encontraría su lugar en este nuevo Barcelona. Y no por falta de calidad, talento o verticalidad del canario, sino más bien por la amplísima y complejérrima tarea que le fue asignada: oxigenar la zona de creación. La durabilidad de su evidente capacidad atlética estaba bajo sospecha, y su relación con el gol parecía demasiado valiosa como para relegarla a mero complemento. Sin embargo, el mago de Tegueste ha demostrado una vez más que alberga entre las sienes una enciclopedia casi infinita del juego. 

Sus nuevas labores en el vertiginoso contexto del Barça no necesitaban de cohetes ni tracas sino de cimentar sus muy evidentes virtudes con otras dos: la consistencia y la sentido de la anticipación. El Pedri que ahora disfrutamos juega en un tempo preciso, como equipado con un motorcillo que le permite mantener un ritmo tan fiable como tenaz. Su cambio de marchas ya no es manual, sino secuencial. Corre, recibe de espaldas, finta, se gira y la cruza impoluta. Corre de nuevo al espacio, recibe de cara, conduce, tira una pared y a continuación busca el pase asesino. Los mismos compases se suceden una vez, y otra vez y otra más. Si uno escucha atentamente, puede oír de fondo el Danubio Azul de Strauss mientras el '8' se desliza por el verde.

Los contrarios le persiguen, le babean en la nuca, le empujan, le insultan, le sueltan coces, pero rara vez impiden que limpie la jugada. Son como niños aprendiendo a multiplicar que conversan con un catedrático de Física Aplicada. Y así, en una lección magistral tras otra, entre los calambres que provoca en las piernas rivales y los ojos embriagados de un barcelonismo que no termina de entender cómo es posible que Xavi e Iniesta se hayan reencarnado juntos en un solo futbolista, Pedri nos coge la mano y nos promete que todo va a salir bien. No sé por qué, maldita sea, pero le creo.

P. D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana