La marcha ya confirmada de Sergio Busquets supone el carpetazo final a un equipo irrefutablemente glorioso en cuanto a fútbol y títulos. Por otro lado, bien puede ser un carpetazo y aparte de confirmarse un regreso de Messi que destila ese romántico anhelo de negar el discurrir del tiempo. Una resistencia que al Barça le ha traído no pocos quebraderos de cabeza desde hace unos años. Pero el adiós del mediocentro defensivo que delineó al Barcelona más hegemónico no remite solo al pasado, sino también a dos futuros inmediatos pero muy diferentes con los cuales habrá de lidiar, sobre todo, una persona: Xavi Hernández.
El deadline más cercano canturrea la conveniencia de certificar el alirón en Cornellá, con Busi de titular y una victoria sin paliativos para campeonar de una santa vez. Un final que sería catártico pero que es imposible de garantizar si nos atenemos el trantrán del equipo en las postrimerías de esta Liga, exitosa pero plomiza y huérfana de arrebato. Si la rúa de campeones que debería enardecer el lunes próximo a toda Barcelona (menos a una minoría que estará ocupada haciendo maravillosas cuentas) emula en su recorrido el devenir del Barça en los últimos meses, el autobús se equivocará de salida y tendrá que dar marcha atrás varias veces hasta encontrarse con los laureles del triunfo agitados por la culerada. Al menos, hablaremos al fin de una misión cumplida.
La inmediatamente posterior colocará al técnico blaugrana cara a cara frente al abismo que se abre sin el jedi de Badía en su pizarra. Seguramente ya haya bocetado diversas alternativas, pero el papel lo aguanta todo y el soci, no tanto. Pese a que una parte de los culés hayan sucumbido a la tentación de tildar de pesetero y acabado a un Busquets físicamente mermado por la edad pero sencillamente insustituible, el barcelonista promedio necesita que el Barça juegue acorde a los cánones de un fútbol posicional astuto, competitivo y tan ágil de entendederas como de piernas. Y ese particular, no se engañe usted, sagaz lector, era mucho más fácil con Busquets de lo que a partir de ahora lo será sin él. Incluso en las últimas y penosas temporadas.
A nadie se le escapa que el Barça necesita dar un gran paso este verano en su obligada recolección de centrocampistas, sobre todo porque la parcela técnica del club parte de la base de que no hay jugador capaz de hacer ni media sombra a Sergio que asome al alcance del escueto mercado azulgrana. Y aunque en la tesorería blaugrana estuvieran apilados los 60 millones para Zubimendi, admitamos que igualmente el Barcelona se los estaría jugando en el casino. Parece más factible apuntalar el talento y las cualidades de Pedri y De Jong con un jugador experimentado como Gündogan y un pivote defensivo más clásico, al estilo de Amrabat o Guido, que buscar entre la maleza del fútbol a un clon necesariamente imperfecto del hombre que siempre estaba allí, del "5 que juega como un 10", como decía Juan Román Riquelme de Busquets. Va a ser más fácil encontrarle equipo a Jordi Alba.
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