Por fin Xavi se quitó un peso de encima con la consecución de la Supercopa de España, disputada en otro de esos países que si no existieran sería mejor no inventarlos. Lo hizo, de paso, sacudiéndose unos cuantos complejos y demostrando a un ya nutrido número de descreídos que ese Barça que llevaba mucho tiempo desvaneciéndose como una sombra en el mundo de las ilusiones es no solo corpóreo, sino una fuerza irresistible cuando se lo conjura de la manera adecuada. Cinco grandes cambios en el devenir blaugrana, adelantados en ese fulgurante inicio de partido que valió una victoria en el Metropolitano, sirvieron para desnudar un año más al presunto emperador de Europa.
1. Pedri y Gavi, cuanto más cerca del área, mejor.
El idilio en el área entre ambos jóvenes talentos que ya se vislumbró ante el Atlético alcanzó cotas de pasión de gavi-lanes (mis chistacos) en una final contra los madridistas que se presumía un culebrón, pero acabó pareciéndose a una de esas comedias románticas que calientan el corazón de solterones y menopáusicas. La energía de Gavi es un vendaval cuando entra a la zona de cara, y para eso dos posiciones le convienen más que ninguna otra: la de falso '9' y la de extremo. En otras puede ser contingente, pero en cualquiera de esas dos se vuelve tan necesario como letal. De Pedri parece que ya está todo dicho, pero cuando no tiene que preocuparse de arrancar el juego del Barça desde las profundidades del centro del campo le ocurre como a todos los genios cuando sus cabezas están despejadas de responsabilidad: inventa caminos para llegar de A a C sin pasar por B. Humildemente, algunas cosas que despachó contra el Madrid todavía no sé como las hizo.
2. Busquets y De Jong, pero jugando juntos.
Esa cantarina alegría en ataque demostrada ayer por el Barça se ancló en una solución de base que resuelve muchos problemas de un solo golpe: cuando el partido se plantea para que Busquets y De Jong no solo se alineen en el mismo once sino que jueguen juntos, todas las virtudes de uno compensan las carencias del otro como el ying al yang. Con balón y sin él, Frenkie cabalga por donde Busi no llega, dibujando un mapa de calor de una hectárea y simplificando lo que todos ven complicado menos él. Mientras, Busquets juega templado y achucha al rival en la distancia corta con la misma prestancia que le convirtió en la envidia de todos los mejores mediocentros del fútbol, pero sin la carga de regresar a unas obligaciones defensivas que ya no le alcanza el físico para cumplir. Juntos en la sala de máquinas forman un mecanismo de una eficiencia imposible, como un diésel turbo o una hélice a reacción.
3. Superar líneas al primer toque, no regateando.
Cuando ese cuadrilátero que formaron ambas parejas se puso a circular la pelota, el corazón de un equipo hegemónico volvió a la vida. Las líneas rivales ya no se superaban en la lotería del uno contra uno, sino acelerando de nuevo aquel metrónomo gracias al cual el Fútbol Club Barcelona se convirtió simplemente en el Fútbol Club. El Canon. La Novena de Bethoveen. Tac, tac, tac, tiki... taka. El Barça de toda la vida.
4. Lewandowski, de referencia a guinda.
Al compás de esa música crescente, el mejor '9' de Europa ya no es un esforzado percusionista del área contraria, sino un director de orquesta con una brillante sonrisa coronando su esmóquin. Ya no necesita un mazo, hace goles y da asistencias con una batuta. Deja de ser la referencia del ataque y se vuelve la guinda del pastel, el encargado de superar a un último rival, de armar un último cañonazo, de arrastrar a un último defensor para generar el espacio elegante. Lewa es el postre que alegra el alma tras una comida ligera.
5. La línea defensiva que este equipo necesita.
Todos estaban en la plantilla, pero las vicisitudes han privado al barcelonismo de disfrutar al mismo tiempo de la maestría de Koundé, Araújo, Christensen y Balde. Y nada por debajo del magisterio define su desempeño, puesto que los cuatro comparten una prodigiosa cualidad: defienden muy bien juntos y también cada uno por su cuenta. De hecho, podrían colocarse los cuatro nombres de la línea en la posición en que se prefiriera que su rendimiento sería prácticamente idéntico. Y per molts anys, oiga.
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