La junta directiva de Joan Laporta ha convocado para el próximo 16 de junio una asamblea en la cual espera que el soci les apruebe la primera activación de las famosas 'palancas económicas': un punto de apoyo inicial sobre el que Xavi Hernández, tan exhaustivo como Arquímedes en su credo futbolístico, pueda ejercer la fuerza necesaria para mover el mundo. Ese mundo que ahora mismo saluda al Real Madrid del doblete, encierra a los mejores jugadores de Europa en jaulas doradas y amplifica la voz atiplada y estomagante del presidente de La Liga, Tartufo máximo del fútbol español. El diagnóstico es sencillo: el Barça está en la mierda, y de ahí no se sale sin diners.
De consumarse el 'SÍ' asambleario, ventas parciales de activos, cesiones de derechos e hipotecas varias deberían suavizar un ejercicio encorsetado por las pérdidas. Pero no solo parece el apalancamiento financiero de la entidad la única solución porque lo digan insignes avalistas del president, sino porque al primer equipo azulgrana le quedan ya muy lejos aquellos tiempos en que unos pocos retoques en la plantilla podían reimpulsarla a su cénit competitivo. Hoy, 48 días después del Eintracht, la metástasis está tan avanzada que no hay más remedio que cortar por lo sano. Eso incluye, por supuesto, perder dinero por el camino. Ya sea aceptando cesiones donde se paga parte de la ficha, abonando diferimientos o bien vendiendo a jugadores a precio de saldo. Si se dejan, claro.
La prácticamente única buena noticia en todo este asunto es que el fútbol de Xavi tiene volumen. Lo sabemos, porque cuando se zambulló en las profundidades de la competición merced a un pico de forma guerrillero, allá por marzo, desalojó agua de lo lindo, como bien recuerdan en el Santiago Bernabéu aunque finjan lo contrario. Allí, el día que pasó el Barça, no hubo silla ni magia ni historia ni na.
El equipo azulgrana también experimentó un decidido y proporcional empuje hacia arriba que le ha permitido terminar la Liga en segunda posición... de aquella manera. Es cierto que el equipo se desinfló, víctima del cansancio, las lesiones y el sempiterno tembleque defensivo, pero sería injusto tildar de liviano suflé lo que, en su mejor momento, más bien pareció una palpitante fuente de canelones, plato recio y nutritivo donde los haya aunque su relleno esté hecho de sobras.
Incluso si el presupuesto permite algún fichaje apetecible, al Barcelona ya no le va de un jugador o dos, sino de apechugar con mucho ingrediente caducado en la nevera. Luego no se engañe usted, astuto lector: más sobras esperan su turno de horneado a la vuelta del verano. Al menos esta vez habrá tiempo para hacer probaturas con la bechamel. Le toca a Xavi demostrar si es capaz de pasar de Arquímedes a Arguiñano, de físico de las fuerzas a ingeniero del sabor, para confeccionar un Barça agradable al paladar. Rico, rico y con fundamento. Y, si puede ser, que gane partidos, por caridad.
P.D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana