Una de las cosas que más maravillado me tienen del próximo 'mercato' del Barça es que solo hizo falta no poder pagar a Messi, verse obligado a ceder a Coutinho y Griezmann y negociar a cara de perro con los capitanes una rebaja de sueldos para que a casi la práctica totalidad de la culerada le haya costado solo medio año aceptar que no solamente no se puede acometer el fichaje de Haaland, sino que las aspiraciones reales del club para reforzar la plantilla después de traer a Ferran y Aubameyang son jugadores que terminan contrato y talentos emergentes. O sea, apostar a la ruleta por aspirantes a estrellas que juegan en equipos menores, por los cuales además se compite con tipos como Monchi, quien camina por las moquetas de esas particulares Las Vegas con la sólida cadencia de Robert de Niro en 'Casino'.
Salvo que Piqué se vaya de nuevo a Arabia con su circo de tres pistas (pero sin pedir favores luego, ¿eh?, Gerard, que ya nos conocemos) y vuelva con un saco de billetes a cambio del copyright del escudo, será imposible en un 99,9999% fichar al crack del Dortmund o a cualquier otro. Lo impiden el manirroto cortoplacismo de la Junta de Bartomeu y la urgencia por apuntalar el ataque esta temporada para, al menos, optar a puestos Champions y dar un nuevo repaso a un Madrid que gana siempre a todos en el Bernabéu con su inexplicable magia menos al Barcelona, que le mete cuatro. Salvo carambola tremebunda, olvídese el astuto lector de los máximos goleadores europeos o de aspirantes a Balón de Oro. Solamente parece factible pujar por un pintón extremo derecho del Leeds, y mejor si antes el antiguo equipo de Bielsa desciende a Segunda.
Así, con los pies en la tierra y además calzados con unas Paredes de 1986 por las que sobresale el dedo gordo del pie derecho a través de un agujero, los nombres de Raphinha, Koulibaly, Carlos Soler, Javi Galán, Iñaki Peña o Pablo Torre empiezan a sustituir en el imaginario azulgrana a los de Lewandowski, Lukaku, Mbappé o Salah. Y digo yo: ¿tiene algo de malo? Porque no es como si Gavi, Pedri, Ferran, Araújo, Ansu o Éric no estuvieran ahí. Si recuerda usted, una de las principales causas de la explosión un tanto tardía de jugadores como Xavi, Iniesta (que a punto estuvo de vestir de blanco por el embudo que le hizo Rijkaard) o el propio Piqué fue el conservadurismo de sus primeros entrenadores blaugrana por refugiar sus carreras en futbolistas más despeluchados, del corte de Van Bommel, Edmilson, Cocu, Frank de Boer... Algunos de ellos, irónicamente, madurados a golpe de titularidad imberbe en equipos holandeses mucho menos acomplejados por aquella época.
De modo que el Barça, en el fondo, tiene fácil ser fiel al camino que ya ha emprendido y que solo un inicio errático y un exceso de carga han malogrado en el último tramo de la temporada: debe hacer un esfuerzo por quererse más a sí mismo. Y eso pasa, sobre todo, por gastar únicamente en refuerzos contrastados para puestos clave los pocos cuartos que aparezcan por el excel gracias a salidas que han de acometerse por lo civil o por lo criminal. Y también por afianzar a sus jóvenes talentos como titulares indiscutibles. Si no lo hacen con Xavi en el banquillo... El tirón mediático de fichar a una estrella no está mal, pero eso mismo, estrellas, eran algunos de los que ahora urge colocar antes de que la canícula adhiera sus derretidos traseros de nuevo a los asientos del vestuario Camp Nou. Porque no solo hacen bulto y dan calor, también chupan de la tesorería con un ansia denodada, digna del mosquito tigre.
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