Como le ocurría a la muchacha objeto de deseo en la canción del Chaval de la Peca, Pierre-Emerick Aubameyang nunca está solo en el área, siempre tiene gente alrededor. O sea, le pasa ni más ni menos lo mismo que a casi todos los nueves que en el Barça han sido desde que el armazón ideado por Michels y perfeccionado por Cruyff se volvió el sostén más habitual del equipo azulgrana en dos temporadas de cada tres. Y aun así, el finísimo delantero gabonés se las arregla para agitar la defensa rival como un cóctel que se vuelve molotov a poco que empiezan a volar las diagonales de un Barcelona rehabilitado en su fe: la de atacar para defender.
Casi cada teoría que Xavi lleva de la pizarra a la práctica desde que asumió el banquillo del Camp Nou tiene un necesario referente en Auba. Eso implica, primero, su presencia, tanto para facilitar esa primera pared vertical en la construcción como en el remate a puerta que culmina las jugadas. Pero también su ausencia, porque sus movimientos hacia atrás liberan el espacio a la espalda de los centrales para que lo cabalgue el ya famoso cuarto hombre, y cuando percute hacia adelante hunde a su marcador hacia la línea de gol y limpia el área para el resto de llegadores azulgranas. La combinación de ambas facetas convirtió el Bernabéu en un cráter humeante y ha lubricado las victorias contra Galatasaray, Sevilla, Osasuna y algunos más.
Por si fuera poco, estamos ante el delantero culé más esforzado en la primera presión desde un tal Samuel Eto'o. En esos quijotescos envites, el gabonés tiene la misma insistencia que el mejor Luis Suárez, pero un despliegue físico bastante superior. Sus continuos intentos de apretar al portero rival parecen desesperados pero a menudo acaban en pelotazo y recuperación. Y muchos de ellos incluyen el rumor de que el contacto de Pierre con el balón en el despeje solo lo evitó el estresado guardameta rival por acaso un centímetro o dos. Como además marca pero bastantes goles, Auba se ha alineado con la pausada redención de Dembélé para enseñar a Gavi y Memphis el camino del banquillo. Y con sus volteretas, su sonrisa de purasangre y, sobre todo, con aquel dicharachero taconazo para servir a Ferran el 0-3 en territorio comanche, Aubameyang se ha convertido en imprescindible para Xavi y balsámico para el barcelonismo.
Ahora bien, todos sabemos que el Barça anda enfrascado en juntar garbanzos para ponerlos a remojo este verano en la contratación de un delantero 'estrella'. Porque el fútbol es una feria y, como en todas las ferias, además de un par de cántaros de leche de calidad y hortalizas de buen calibre, hace falta un cochino gordo y lustroso para llamar verdaderamente la atención del personal. Lo malo es que de pedir el móvil a Haaland, que desde luego por edad y condiciones merece la consideración de potencial 'jugador franquicia', se ha pasado a chatear con Lewandowski. Fíjese, astuto lector, si me ha gustado a mí siempre el bravo delantero polaco, que me puse su nombre de contraseña del ordenador. Tuvo mucho que ver, por supuesto, aquella Palizowski que le endosó al Madrid con el Dortmund. Pero ahora lo miro y no me parece que mejore a Aubameyang. Y si no va a mejorarlo, ni siquiera a medio plazo por edad, ¿para qué demonios gastar los dineros de Spotify en una música que no sea la de los grandes éxitos del ahora?
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