Ando estos días un poco empantanado entre las procelosas corrientes que zarandean la actualidad del Barça. Sobre todo, porque trato de mantener el timón firme ante ellas, asombrado de tener que tirar tan fuerte de deltoides para no dejarme llevar hacia focos de atención que ahora mismo me parecen del todo extemporáneos. Como si de un homenaje al inmortal "¿Adónde vas?, Patatas traigo" de Pedro Vera se tratara, a todo aquel que me viene a preguntar si el domingo habrá calima en el Bernabéu, yo le hablo del tradicionalmente gélido inicio de la primavera en Estambul. El acuerdo de patrocinio del Barça con Spotify no me veo en condiciones de valorarlo, aunque sí sé que tampoco me voy a hacer premium este año. Y a quien me aborda preguntando por Haaland o por Salah, últimamente le planteo las siguientes premisas:
- El fútbol es un deporte de equipo. Conviene recordarlo en términos muy sencillos aunque sea una vez cada dos o tres años, para no dejarse enredar por argumentos simplones sobre si fichar a este o a aquel fulano nos va a cambiar la vida. Cualquier futbolista puede lesionarse, deprimirse, despendolarse, entrar en una crisis de confianza, tarifar con sus compañeros de vestuario e incluso dejarse llevar sin más. O cuatro de esas cosas a la vez, como Coutinho.
- Los mejores equipos que en el fútbol han sido se montaron alrededor de dos o tres jugadores realmente buenos y constantes en su rendimiento. Concretamente, rodeando a estos especímenes de un buen puñado de especialistas con mayor o menor grado de rotación.
- No necesariamente estos 'peloteros alfa' han sido considerados las estrellas de dichos equipos. De hecho, abunda entre ellos el perfil del gato callejero, el hijo mediano, la pizza recalentada y muchos más tropos de lo poco lustroso para el escaparate pero cálido para el corazón.
- Una posición se repite muy a menudo entre estos (para mí) primus inter pares del balompié: la de centrocampista. Quizá en combinación con alguna otra, pero casi nunca sin ella. "Allá van con el balón en los pies", decía esa canción de Campeones que tanto nos emocionó. No "allá van esperando el centro al área" ni "mira, mira, cómo tiran la línea del fuera de juego". Por algo será.
¿Y a qué viene todo esto? Me explico. El otro día andaba todo el mundo bastante flipado con la reacción del Real Madrid ante el PSG. Y yo fui bastante cauto en no dar a los blancos por descarrilados incluso después de abrochar Mbappé lo que parecía su eliminación al descanso. La razón: Benzema y Modric seguían en el campo. Entre los dos suman solo un año menos que Messi y Cristiano, y once Balones de Oro separan al francés y al croata de los dos últimos dominadores del balompié mundial. Pero el fútbol siempre se las apaña para recompensar a los equipos que tienen a dos tipos con quienes apuntalar el edificio: esos que resuelven pelotas comprometidas, recuperan balones, no se achantan y cuando su equipo pide templanza, templan el partido, y cuando hace falta que se amotine ante un resultado adverso, lo lanzan para adelante con el cuchillo entre los dientes. Mauro Silva y Fran. Baresi y Desailly. Xabi Alonso y Gerrard. Rivaldo y Luis Enrique. Zidane y Figo. Ya sabe a quiénes me refiero, astuto lector: los necesarios, en oposición a los contingentes.
El mejor Barça de la historia, por supuesto, también los tuvo. Se llamaban Xavi e Iniesta. Uno se marchó nada más conquistar su segundo triplete, y poco después dijo adiós el otro. Mientras que su mejor complemento, un pivote defensivo tan desgarbado como infranqueable, no dejó de cumplir años. Y pasó lo que tenía que pasar. En román paladino: se jodió el invento. Así que discúlpenme si no estoy muy pendiente del límite salarial o de la renovación de Araújo. Porque me ha pasado como cuando te fijas en que Tom Cruise tiene un incisivo superior justo en el centro de su cara: ya no puedes dejar de verlo.
Yo, ahora mismo, solo puedo ver lo siguiente: desde que Pedri y Gavi coinciden con asiduidad en el campo, el Barça se ha vuelto de alta definición. Y solo pienso en que hay que cuidarlos, renovarlos cuando toca sin racanear y además poner en lo más alto de la lista de fichajes a alguien que pueda sostenerlos desde el '4' como aún los sostiene el incombustible Pulpo de Badía. Todo lo demás, incluido si los goles los va a meter un noruego, un egipcio, un gabonés, el fenomenal novio de la hija de Luis Enrique o el bendito Ansu Fati, me parece asunto secundario. Que el del 5, el 16 y el 30 es el único tridente que de verdad importa en este Barça, este año y el que viene, lo defenderé hasta que me muera. O hasta que cambie de idea, lo que ocurra antes.
P.D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana