Como en el clásico dilema avícola, es imposible saber si el Barça domina los partidos de manera cada vez más convincente porque Xavi habla de fútbol en las ruedas de prensa, o viceversa. Pero la cuestión es que últimamente huevo y gallina corretean por el prado azulgrana y dan gusto al barcelonismo, encantado de oír a su técnico hablar de cuadriláteros, superioridades y variantes superlativas mientras su equipo no solo merece mejores resultados sino que ahora también ya los va abrochando. Así sucedió en Mestalla, con un doblete de Aubameyang, un arreón de De Jong y un iniestazo de Pedri. Sí, ya sé que este último le cayó también al bueno de Auba con ayuda del acta arbitral, pero si me leen por esos lares tuiteros ya saben lo que opino de Del Cerro Grande: si le preguntara por una dirección y él me indicara que debo torcer a la derecha, yo me dirigiría sin dudarlo hacia la izquierda.
Hoy, en el Diego Armando Maradona, los culés afrontan una nueva final, pero en mi opinión ya no hay riesgo de que una eliminación trastoque lo que a todas luces es un nuevo principio del Barcelona. Es muy difícil de computar para las entendederas del populacho resultadista, lo sé, pero si una cosa ha demostrado el Barça del siglo XXI es que difícilmente puede ganar de manera sostenida sin ser bastante mejor que sus rivales. Y eso no lo consigue ganando de cualquier manera, sino jugando cada vez más próspero aunque no gane tan a menudo como el barcelonismo quisiera. Este rompecabezas no se refiere únicamente al tan cacareado estilo, sino al empleo de ese estilo con fe, diligencia y optimización de los recursos.
En esa línea virtuosa, según se va acoplando la nueva delantera que llegó en el mercado invernal y conforme mejora el panorama físico de un equipo que ya parece mucho menos exangüe, Xavi ha logrado al fin un pequeño sorpasso. Usaré sus propias explicaciones tácticas como metáfora: si hace un mes las probabilidades del Barça eran seis de ganar contra ocho de perder, ahora ya están ocho contra seis. Las papeletas para el tortazo siguen siendo bastantes, porque la vida y el fútbol nos llevan siempre por la deriva que cantaba Silvio Rodríguez: "Viajamos sobre rueda encabritada". Pero lo que se ve sobre el campo ya no deprime ni cansa ni hastía. Es otra cosa, menos agria y más digestiva.
Además, tan importante es adónde llega ahora este grupo de jugadores como que no lo hace por un único camino. Al Nápoles se lo puede presionar arriba porque insiste en sacarla jugada, pero al Valencia no porque es diferencial en el juego directo. Si el contrario junta líneas atrás, Xavi dispone a tantos centrocampistas de cara como de espaldas. Si el lateral zurdo rival está cansado, comparecen Adama y Luuk. Si los azulgranas toman ventaja y el partido pide una bajada de pulsaciones, Nico, Pedri y Gavi reorganizan la zona ancha junto a Busquets. No todo funciona a la perfección, obviamente, pero todo va funcionando. Mientras el progreso continúe, el Barça solo necesita, como escribió Horacio, mantener el ánimo sereno en las adversidades. Porque habrá adversidades, claro. Pero seguramente ya no penurias. Y eso es un indiscutible avance.
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