Que un entrenador de fútbol salga a una rueda de prensa con un papel en la mano nunca augura otra cosa que tiempos turbulentos. Ayer Ronald Koeman se puso las gafitas de Homer Simpson nada más salir a la previa de un partido de Liga contra el Cádiz para leer un montón de lugares comunes, rogar paciencia y, en definitiva, aturdir y dar esquinazo a los periodistas que esperaban dispuestos a preguntarle si pensaba repetir el plan de la primera parte contra el Granada: pegar centros laterales al área sin delantero.
No se engañe, astuto lector: lo que estaba leyendo el bueno de Tintín no era un comunicado, sino su testamento como técnico del primer equipo del Barça. Bueno, del Barça y de cualquier otro club en la élite del fútbol. Ya pueden esperarlo para que vaya a, como se dice vulgarmente en la profesión, pegar el atraco en Turquía, Qatar o China. El país asiático, por cierto, es la última parada conocida de otro rubio malencarado y futbolista genial, Bernd Schuster, que tuvo una ocurrencia parecida cuando ocupaba el banquillo del Madrid hace años: salir a decir que era imposible ganar al primer Barça de Guardiola. Al día siguiente lo fulminaron, y nunca tuvo otra oportunidad de menospreciar la plantilla de un club con 400 millones de presupuesto.
Ayer, por sorpresa, Koeman fue incluso más lejos, afirmando que quedar en las primeras posiciones de la Liga sería un éxito y que la Champions esta temporada solo servirá para que aprendan los chavales. Sobre todo para que aprendan a perder todos metidos atrás, supongo. Es conocido en el fútbol que existe una estirpe de exjugadores metidos a técnicos que en el fondo no quieren entrenar, sino salir de casa por las mañanas, ganar todavía más dinero del que ya amasaron vestidos de corto y que les dejen en paz. Ni se esfuerzan demasiado por vender la moto, ni les duelen prendas por tratar a sus jugadores como tuercebotas, ni tienen genuino interés por hacerlos mejorar. Tan solo cabalgan la ola, lo que suele resultar en un carrusel de polémicas y resultados erráticos hasta el oprobio final. Que a menudo suele llegar, casualidad, al principio de su segunda temporada en un club.
Eso sí, como aunque se equivoquen creen que tienen razón, a 'rajadores' no les gana nadie, y sin duda animan el cotarro de los medios. Que Koeman era uno de ellos lo insinuaba el excapitán del Valencia David Albelda en 2014. No quiere decir que sea cierto, pero el comportamiento del héroe de Wembley esta temporada se aproxima a una incuestionable deriva diletante y amateurista, impropia de un técnico que pretende dejar huella en la historia de su profesión.
Parece claro que lo que necesita el Barça no es que su entrenador airee sus carencias y pida compromiso a la afición, como se afana en hacer Koeman, sino que encuentre recursos sobre el campo para que la reconstrucción no se convierta en una agonía lacerante. De momento a eso Ronald, en lo que llevamos de curso, colabora más bien poco. Y el comunicado de ayer apunta a que piensa colaborar todavía menos. Laporta verá lo que hace, pero sospecho que el presidente azulgrana aplica esa vieja máxima de que mientras piten al entrenador no pitan al palco.
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