El Barça, como cantaba Antonio Vega, siente su fragilidad en un mundo, el del fútbol, que ahora le parece descomunal. Pese a encadenar varias debacles en la Champions, en el Camp Nou se apelaba repetidamente al estilo, al patrimonio y a Messi como instrumentos para leer las estrellas incluso en las noches más nubladas y así reencontrar el rumbo de la victoria. Desaparecidos al menos dos de esos tres factores, el club azulgrana asiste, desde lejos y estupefacto, a un espectáculo que le está vedado. Simplemente, porque no puede pagar la entrada.
Mientras el Real Madrid presenta una oferta de tres cifras bien gordas por Mbappé, el PSG coquetea con Cristiano para sustituir a su díscolo proyecto de crack y los grandullones de la Premier siguen presumiendo de músculo financiero, en Barcelona se vive un verano de canelones. De hecho, es que ni regarlos con bechamel se puede, viendo que avanzan las semanas del mercado y se hace prácticamente imposible rascar los percebes del corroído casco blaugrana. Da toda la sensación de que el Barça 2021-22 acabará siendo un plato adusto y más bien reseco, con varios ingredientes pasados de fecha y algún hueso traicionero esperando para clavarse en el paladar del aficionado.
Solo queda el consuelo de pensar que, pese a todo, la fragilidad no es servidumbre exclusiva del Fútbol Club Barcelona. Si Messi debuta en Reims este domingo y vemos, por Twitch o por donde sea, cómo la rodilla le hace catacrac, el imponente suflé del PSG sin duda quedará malogrado. Lo mismo si Mbappé acaba de novia blanca y radiante pero también, como hizo Özil, descubre Madrid y ni turco, ni tercera generación, ni P...ilota d'Or que valga. Una de las cosas bonitas y terribles del fútbol es que el álbum de cromos tiene que salir ahí a jugar. Y ahí, o sea en el campo, puede pasar de todo. Si no me cree, acuérdese de aquello que vino a llamarse el Umtitismo y mire adónde ha ido a parar. Y de paso, rece por que Ansu Fati, que ese sí que se rompió la rodilla de verdad, vuelva pareciéndose a lo que (brevemente) fue.
Porque de momento, el estreno de temporada del Barça ha sido diligente pero lleno de ansiedades. Ha dado la sensación de que alrededor del equipo hay todo el tiempo una gigantesca bomba de impotencia a punto de estallar. A ver si la situación azulgrana escampa un poco con el paso de los partidos y el cierre de los mercados. Porque ahora mismo, en el Barça, el aire es gas natural.
P.D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana