Durante el último año, por desgracia, todo pichichi hemos aprendido mucha más medicina de la que nos gustaría. El pilar de nuestros conocimientos adquiridos es la naturaleza del coronavirus SARS-CoV-2, un agente patógeno que se instala en nuestro interior y nos provoca una infección tremendamente peligrosa. A veces, mortal. Y la guinda para los aficionados al fútbol está siendo constatar ('descubrir' sería muy 'naif') que los representantes de futbolistas de élite no serán bacterias, protozoos, virus o viroides, pero también pueden dejarte al borde de la UCI. Especialmente si el club con el que negocian es un organismo débil, como le ocurre al Barcelona.
Mateu Alemany, el 'virólogo' jefe de Joan Laporta, estudia al detalle con su microscopio un sinfín de placas de petri con posibles soluciones a la mala salud económica del Barça, pero ninguna sirve. Entre otras cosas, porque la mayoría está contaminada con demasiados representantes resistentes a los antibióticos. Si Karl Malone, leyenda de la NBA, se bajó el salario de casi 20 millones de dólares a 1,5 en 2003, lo hizo por dos razones. La primera, porque nunca había sido campeón, y haciéndolo podía unirse a los Lakers de Kobe, Shaquille y Gary Payton sin reventar el límite salarial (¿les suena?). La segunda, menos comentada, porque su carrera había sido muy exitosa y ya estaba podrido de dinero. Así que tampoco fue como si hipotecara su casa, caralho. Sin señalar a nadie, creo que todos conocemos a unos cuantos en el primer equipo del Barça que se podrían bajar el salario 13 veces y tampoco pasarían hambre. Desde luego, lo que no pasarían sería vergüenza. Pero para sus agentes esta última es un concepto elástico, claro está.
Son iguales, aunque no sean los mismos, que tienen a 'Pogbita' Moriba haciéndose el interesante en lugar de decirle que firme lo que sea, que está a medio palmo de ser titular e ídolo en el Barça y pasarse la vida nadando en el Quan de la película Jerry Maguire. Los que tienen convencido a Griezmann de que debe proteger la morterada que gana porque la firmó fuera de mercado, aunque eso le impida regresar al club donde realmente quiere estar. Los que se pelean por decidir sobre el destino de Braithwaite en la Premier. Los que recomiendan a Pjanic y Umtiti que se aferren como garrapatas a un club moribundo. Los patógenos que no saben de facilitar las cosas, solo de aumentar la tasa de reproducción de sus comisiones. Y, en último término, los que mantienen a Messi, el único que de verdad tiene derecho a pedir lo que quiera, en cuarentena forzosa.
En este punto llamo a declarar a 'The Real' Florentino Pérez: "Yo tengo un concepto de los jugadores malísimo", aseveró tras concluir su primera etapa como presidente del Madrid. Supongo que tenía sus razones, algunas de las cuales explica con verbo florido. Pero es que del único agente del que habla dice que tiene un chanchullo con el presidente del Oporto para desviar millones a Suiza. Y a ese patógeno en particular, por cierto, años después lo tenemos bien agarrado al Camp Nou. Me puede usted llamar ingenuo, pero recuerde que hace mucho menos tiempo también dijo Florentino, esta vez sí delante de una cámara, lo siguiente: "Sin aumentar los ingresos, en 2024 todos los grandes clubes estaremos muertos". Mal pronóstico para la salud del enfermo, pero lo que ve Alemany al microscopio de momento, en el caso del Barça, lo confirma. Si llega lo peor, no podremos decir que el presidente más sincero del fútbol mundial no nos avisó.
P.D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana