La situación del Barça es, en este primero de julio, una distopía. Si la comparamos con el quijotesco tópico español, se parece mucho más a la honra sin barcos que a los barcos sin honra. Sobre todo porque el buque insignia acaba de abandonar la flota. El día después del fin del contrato de Messi, incluso con el amable 'sí' del Diez de Dieces a retirarse de azulgrana en cuanto cuadre el Excel que algún sufrido contable a las órdenes de Alejandro Echeverría pergeña, el president Laporta muestra ya la sonrisa contrahecha y atribulada de una gimnasta que acaba de recoger las mazas del suelo para, al menos, acabar un ejercicio que ya quedará muy lejos de la nota deseada.
Los egregios pufos de la era Bartomeu están siendo insalvables para la nueva junta, que no encuentra salida a la espiral de revolving crediticio. Las nóminas de los jugadores se pagan con préstamos, y ventas como las de Todibo, Konrad o Firpo solo sirven para bajar 3 o 4 centímetros las cejas de los acreedores. Se debe dinero al Liverpool o al Dortmund, claro, pero también al Betis. Y los pocos activos que la nueva directiva podía, no sin gran optimismo, apuntar a dos cifras en la columna verde de ingresos se han convertido semana a semana en los que hunden sin remedio el balance.
La cosa está como una novela de Nicholas Sparks: según se va leyendo es casi imposible contener las lágrimas. Coutinho acumula ya más días lesionado que camisetas azulgranas ha vendido en la botiga desde que llegó. Dembélé salió al escaparate de la Euro y, por supuesto, el maldito crío se estampó contra el cristal. Griezmann tiene menos cartel que cuando estaba en el Atlético, que ya es decir. E incluso aquellos que no firmaron sueldos delirantes y por quienes algún grande europeo podría cometer una locura tampoco están libres de cargas. Pedri es un genio, pero no marca goles. A un chico llamado Ansu Fati se le caen de los bolsillos, pero se rompió el menisco. Y así todo.
Es de esperar que el nubarrón escampe pronto, pero esta mañana incluso a los más optimistas les ha sabido raro el café. La angustia del barcelonismo ya no es un poso, sino algo burbujeante y peludo que flota en la superficie. Según pasen los días, creo que si Laporta saliera a decir "es imposible renovar a Messi debido a la situación económica del club y hemos decidido comunicarle a Leo que no podemos asumir su contrato", provocaría ya tanta resignación como desespero. Y es lógico. Como escribió Umberto Eco, en tiempos de voraz incertidumbre, "¿cómo no caer de rodillas ante el altar de la certeza?". Valor y paciencia, astuto lector. Valor y paciencia.
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