La nostalgia de una vida mejor, en la cual el barcelonismo solo tenía lo que en Saturday Night Live llamaban "white people problems" (¿al final viene Thiago Silva o no? ¿Es mejor que Iniesta juegue más cerca del área?), empapa un final de temporada amargo para el Barça. Los remaches que taponaban las vías de agua en su casco volvieron a saltar en el peor momento, y la breve homilía de Laporta hablando de "renovación" y "fin de ciclo" terminó de consagrar el naufragio.
Es inevitable recordar las quejas del pretencioso Ibrahimovic en su autobiografía de 2011 (titulada algo así como 'Soy un Patán Insufrible') cuando definía a sus compañeros del Pep Team como "niños de colegio que siempre obedecen". Poco después, mientras él disfrutaba la "adrenalina" de jugar en el Milan y discutía con Pastore por quién tenía mejor plaza de parking en la ciudad deportiva del PSG, los azulgranas levantaban otro par de Champions e incluso un triplete más. Porque al Barça, obviamente, a la postre le fallaron mucho menos los niños de colegio que los adultos resabiados.
Ahora, enfrentado a una necesaria carnicería en un vestuario que ya no aguanta más ligamentos tiesos, más franceses indolentes ni más brasileños cabizbajos, y con una base potente de futbolistas jóvenes sobre la que construir (Araújo, Mingueza, De Jong, Pedri, Ilaix Moriba, Riqui Puig, Ansu Fati y alguno más), el Fútbol Club Barcelona tiene una oportunidad dorada para programar una vuelta al cole y recuperar parte de esa frescura inocente que tanto molestaba a 'IbraLaCabra'.
También porque no hay un chavo en la caja, claro. Lo cual puede venir hasta bien para desembarazarse de más de un treintañero y cometer menos errores no forzados en la reconstrucción de la plantilla. Se ha demostrado a lo largo de la historia reciente que de una chequera reventona del Barça no suele salir nada bueno.
De momento, en mi humilde opinión las ideas de Laporta (fichar cuanto antes a un central internacional joven como Éric García y traer al Kun Agüero para que Messi no se vea completamente rodeado de chavales que prefieren TikTok al mate) van en la buena dirección. Hay quien critica que las amistades de Leo influyan al armar el equipo, pero incluso ellos habrán de admitir que no es lo mismo aguantar a Pinto y sus Casiotones que al máximo goleador de la historia del Manchester City.
El Barça, eso sí, debe pensar en plantar mucho y fresco al margen de ese pequeño jardín canchero. Y desde luego el banquillo, tras el harakiri de Koeman, conviene entregarlo a un técnico que sea tan buen formador como competitivo. De ahí, creo yo, esa mirada al mercado alemán que veremos si se concreta en algo. Porque los entrenadores allí saben trabajar bien como profesores. Claro, que también cobran en euros acuñados con águilas, no en vales del Ale-Hop.
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