Escribió Emilia Pardo Bazán, de cuyo fallecimiento se cumplieron 100 años ayer, que la ingenuidad suele parecerse al descaro. El barcelonismo estaba dispuesto a creer en ese Barça en el alambre que levantó la Copa después de remontar lo (casi) irremontable. El mismo que Ronald Koeman abonó al vértigo, trufó de chavales y lanzó al ataque como la goma de un tirachinas atada a un par de laterales convertidos en extremos.
El problema era que no tenía nada más que ofrecer. Ni recambios ni sorpresas ni nuevos caminos hacia el gol. Así que su máquina de escribir la próxima gran novela azulgrana se fue desmontando hasta quedar reducida, como si fuera un invento de Los Picapiedra, a un pájaro que picoteaba las letras en el papel solo porque una pinza le arrancaba plumas de la cola.
Frente al Atlético, un proverbial topetazo de Savic contra la cabeza de Busquets noqueó a un equipo que ya había arrancado a subir su Tourmalet con la cadena salida, incapaz de dar una pedalada que no fuera a rueda de un rival infinitamente más trabajado y astuto. Los de Simeone jugaron, por primera vez, como locales en el Camp Nou.
Incluso así, el Barça llegó al partido contra el Levante con opciones de pelear el doblete hasta la última jornada. Pero fue el mismo entrenador que rubricó su esperanzadora mejoría en los últimos dos meses quien, con todo a favor, lo puso a los pies de los caballos. Lo hizo con una variante incomprensible que confirmó un temor muy extendido ya entre la culerada: es imposible afirmar que cuando Koeman acertó, hasta el punto de lograr una gran racha de triunfos e incluso campeonar contra todo pronóstico, no lo hizo por casualidad.
Así las cosas, colocado el caganer del técnico holandés de una vez por todas en el lado de los pusilánimes del Belén azulgrana junto a la mula, un par de pastorcillos que en realidad son el mismo con diferente atuendo, Quique Setién o El Tata Martino, el respetable mira más al palco con la expectación de saber qué entrenador podrá sacarse Joan Laporta de la manga que al campo para ver qué sucede en las dos jornadas restantes de campeonato. Porque puede que sea injusto defenestrar a Koeman para dar un salto al vacío con una plantilla en la que hay más de tres problemas graves por línea y una tesorería con más de tres números rojos por balance. Pero como escribió Giordano Bruno, se non è vero, è ben trovato.
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