Los tendones se tensan y los cuellos se estiran al oír el inconfundible sonido. Viene de muy lejos, pero también desde lo hondo, como el rugido del mar en retirada antes de asestar un nuevo mazazo contra las rocas. A cada tam-tam-tam-tam otra gota de adrenalina se derrama por el sistema nervioso en una vibrante anticipación. Precisamente porque muchos pensaron que quizá nunca llegarían a oírla esta temporada, durante estos días esa percusión es ensordecedora. Superado el escollo del Valladolid en un partido adusto y pendenciero suenan ahora tambores de guerra. Son el preludio a dos duelos a la luz de la luna nueva que definirán la campaña 2020-21 del Fútbol Club Barcelona.
Atronan en el corazón de los jugadores y aficionados azulgranas, pero también en los tímpanos rivales. Han vuelto el crujir de dientes, el delirio conspiranoico y el mourinhismo en vena, señal inequívoca de que ha regresado el Barça. Ese que ahora sí es definitivamente insoportable, porque no juega ni la mitad de bien que antes y aun así continúa apañándoselas para ganar. Un equipo vapuleado pero también convertido en hidra: métele ocho goles, déjalo varado sin un chavo para fichar... y la posibilidad de lograr un doblete unos meses después ocupará su lugar.
Tras muchos pasos en falso durante su reconstrucción y una junta directiva disuelta en un charco como la Malvada Bruja del Oeste, la condición de favorito del Barça es etérea pero también misteriosamente rítmica. Y los dos partidos que se avecinan, el Clásico en el páramo de Valdebebas y la final de Copa contra el Athletic en la isla de La Cartuja, dos escenarios insospechados en la normalidad de 2019, decidirán si el equipo de Koeman y Messi termina de autodestruirse entre escarnio blanco y trompetazos de Villalibre o bien se alza gigante, con un título ya en el bolsillo y el otro contemplando la monstruosa sombra de la suela de su bota cerniéndose sobre él. Sobre todo porque el Atlético, todavía líder de La Liga, no sabe cómo vivir sin desgracias y habrá de competir todo este mes sin Luis Suárez, 'El Regalado'. Ironías del fútbol y la vida.
Por supuesto, también puede que la épica quede varada, como el Ever Given dichoso, en algún término medio: con los culés derrotados a manos de un Madrid revivido por su tenaz fortuna en Europa pero de nuevo campeones de Copa; o bien al revés, sin trofeo para engordar un legendario palmarés pero con La Liga solo pendiente de no perder el compás hasta emboscar al Atlético en el Camp Nou en mayo. En cualquier caso, el único sonido que quedará unas jornadas más allá para este Barça será el de los victoriosos violines o el del silencio. Porque, como escribió Cortázar, para entonces ya nadie redoblará los tambores para anunciar la pena.
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