Poco podía sospechar el barcelonismo que el partido de Granada iba a acabar en fanfarrias, orgullo y una semifinal de Copa después de la impotencia que derrochó el equipo culé durante más de 80 minutos. Dos torpezas de Umtiti, pendiente solo de la prueba del carbono 14 para confirmarse como fósil prehistórico, habían puesto un traje de madera a las esperanzas del Barça de plantarse entre los cuatro mejores de una Copa del Rey ya sin Atlético ni Real Madrid en liza.
En sus esfuerzos por evitar la eliminación, los culés braceaban al son de un Pedri majestuoso pero solo atinaban a dar zarpazos con las uñas limadas. Como si no supiera hacer otra cosa, el canario recibía albóndigas de sus compañeros y les devolvía huevos Fabergé. Un quiebro aquí, una caricia allá, ni un solo balón sin abrillantar. Y una recuperación tras otra. La actuación de un centrocampista de época, bañada en oro con la astucia defensiva de los mejores mediocentros que en el fútbol han sido. Pero todo lo que generaba la perla tinerfeña solo le servía al Barça para quedar en evidencia contra la fornida defensa local en cuanto se asomaba al balcón del área.
El temblor de los postes del Granada a disparo de Coentrao, perdón, Trincao, y las posteriores réplicas de Dembélé y Messi no tuvieron más efecto que algún cuadro caído. Tampoco se supo a ciencia cierta si el cuadro se descolgó de la pared o se le cayó a Vallejo mientras le limpiaba el polvo. Lo que no le pase a ese muchacho... Y entonces, llegó lo que casi nunca llega para el Barça más allá no ya del minuto 85, sino incluso del 75': el escándalo. La épica bravida.
Los cambios de Koeman, un poco playstationeros pero valientes, colocaron al Barcelona en un precario equilibrio sobre la reserva de oxígeno de Pedri, encargado de sacar el primer pase desde la cueva, y los hombros del colosal Araújo. Pero sus compañeros decidieron honrarlos, entraron en trance... y el resto es historia del fútbol. Bien es cierto que, mediante la intervención de un VAR de lujo integrado por al menos tres de los cuatro hermanos Dalton, Arsene Lupin y Robert de Niro en 'Heat', el doblete rematador de Griezmann podría haber sido de nuevo estéril, como lo fue en la Supercopa. Pero la pelotita demostró al fin que tenía reservado para el delantero francés algo más que la absoluta crueldad.
No sé si semejante remontada servirá para convencer a Messi de que no se vaya al PSG, pero desde luego era lo menos que se merecían Araújo y Pedri. Dos jóvenes señores futbolistas sobre los que asentar el Barça que viene.
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