La remontada culé en Copa contra el Rayo (que sigue en Segunda División, como prueba que el próximo domingo jugará contra el Espanyol en Cornellà) demuestra una deprimente tesis: ya no hay ningún plan sencillo para el Barça. Ojo, no lo digo porque doblegar a un rival como el cuadro vallecano sea fácil, sino porque el roadmap, que dicen los modernos, para conseguirlo debería estar meridianamente claro. Pero no. Y parece mentira.
Muchas temporadas después, los de la franja sigan mordiendo arriba y adelantando la defensa. Apretándose todos juntitos cuando el rival tiene la bola, en los mismos 30 metros en que se apiñaban con Paco Jémez. Su técnico actual, Iraola, los ha dotado además de una fuerte convicción defensiva. Así consiguieron, por ejemplo, mantener a Riqui Puig dando topetazos contra los barrotes de la jaula que él mismo había atornillado con la ansiedad de ser titular. Observando sus larguísimas conducciones, a menudo culminadas con un pase más pintón que verdaderamente brillante, Busquets se rascaba la cabeza.
Pero la cuestión no era si Riqui la sobaba demasiado o no, sino que el Barça ha vapuleado una y otra vez al Rayo con Messi marcando 200 millones de goles siempre de parecida forma: paciencia en la triangulación, balón profundo desde alguno de los dos interiores a la incorporación de un lateral al espacio vacío y centro al área para la llegada con ventaja tanto de la primera como de la segunda línea de ataque. ¿Le suena, verdad, astuto lector? Correcto, porque así marcaron ayer los culés dos goles para pasar de ronda en cuanto le vieron las orejas al lobo.
Lo inexplicable es que no fuera ese el plan inicial. En lugar de eso, a su técnico le pareció mejor sacar a Firpo, sabiendo que del lateral derecho solo podían llegar los obtusos centros a la grada del sufrido Mingueza. Recurrir a Coentrao, perdón, Trincao. Y, en general, embarullar un ataque que debía martillear el abismo a la espalda de la defensa local utilizando solo dos pases: el profundo y el de la muerte. Pero no supo hacerlo.
Una de las cosas más exasperantes del Barça de Koeman es que parece tener que aprenderlo todo de nuevo. Como que Busquets ha de jugar solo en el pivote, o la necesidad de abrir el campo por la derecha para dar fuelle a los espacios que Messi y los interiores necesitan en el balcón del área.
Después de muchos meses de remar, el Barça está donde estaba hace unos años, con Pedri (cuyo nombre en hebreo significa: 'Dios, qué bien juega este chico al fútbol') haciendo de Iniesta, De Jong demostrando lo que Sergi Roberto nunca pudo o no le dejaron, y su ofensiva suspendida de la larga cuerda imaginaria que une la majestuosa zancada de Dembélé con el motorcillo explosivo de Jordi Alba.
Al menos, este Barcelona se va asomando poco a poco a un lugar de su fútbol donde solía pelear títulos. Visto lo visto contra el Athletic en la Supercopa, mucho me temo que también tendrá que aprender de nuevo a ganarlos.
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